FRUSTRADA EXPEDICIÓN DE LA CAPITANA MENDAÑA (17/06/1595)

ISABEL, viuda del capitán ÁLVARO DE MENDAÑA, al morir éste, se hace cargo del mando de la expedición que éste comandaba y luego de una serie de peripecias, regresa al punto de partida, sin haber logrado ninguno de los objetivos que tuvieron al partir.

En 1595 se inició uno de los últimos viajes de exploración dirigido por los españoles, a poco más de cien años del descubrimiento de América y el viaje fue una aventura romántica con algunos toques de humorismo grotesco.

La expedición estaba formada por cuatro naves que partieron de la costa del Perú, al mando de ÁLVARO DE MENDAÑA, un marino con experiencia aunque un poco delirante.

Los viajeros iban hacia la Polinesia y tenían la intención de fundar una colonia, por eso los hombres casados llevaba a sus mujeres e hijos y el propio Mendaña iba acompañado de su esposa, ISABEL DE BARRETOS, que era apenas una adolescente.

En el camino descubrieron el archipiélago de Las Marquesas donde permanecieron unos días y después continuaron hasta la isla Volcano. Como era costumbre buscaban oro y plata pero no encontraron nada, en cambio, un ciclón hizo naufragar a uno de los barcos.

Desembarcaron en la isla Santa Cruz donde los españoles comenzaron a acosar a las mujeres indígenas asesinando sin piedad a sus esposos.

Hubo muchos muertos en los dos bandos y todo el esfuerzo de colonización se vino abajo y para colmo una epidemia mató al capitán Mendaña.

Su esposa, doña Isabel, tomó el mando de la expedición, único caso en la época en que una mujer dirigió una escuadra, y a los pocos días formó una nueva pareja con otro miembro de la tripulación.

Los barcos volvieron a zarpar y durante el trayecto, la comida y el agua comenzaron a escasear hasta el punto que hubo 47 muertos en un mes.

Algunos cronistas no dejan muy bien parada a doña Isabel y la acusan de haber acaparado los pocos alimentos que había a bordo para compartirlos solo con su amante y un grupo exclusivo.

Por fin las naves llegaron a la isla De los Ladrones y consiguieron comida haciendo trueque con las indígenas. Así, dos años después de la partida, pudieron regresar al Perú sin haber fundado ninguna colonia (ver Mujeres en la Historia Argentina).

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