EL GRITO DE ASENCIO (28/02/1811)

El 28 de febrero de 1811, el «grito de Asencio», lanzado en la Banda Oriental, fue la expresión del primer intento revolucionario nacido en esas tierras del Río de la Plata.

A pesar de su brevedad, la estancia de MANUEL BELGRANO en el territorio oriental, enviado por la Junta de Buenos Aires en Julio de 1810, para que lograra la adhesión de esas tierras al movimiento emancipador de Mayo, no fue estéril, pues al partir dejó sembrada en las campañas la semilla revolucionaria, que no tardó en germinar.

El 28 de febrero de 1811, unos 80 o 100 patriotas de la Banda Oriental, encabezados por VENANCIO BENAVÍDEZ Y PEDRO JOSÉ VIERA, se reúnen a orillas del arroyo Asencio y proclaman la caída del gobierno español.

Este episodio, conocido como «El Grito de Asencio», fue el punto de partida de la gesta libertadora del Uruguay, inspirada por el credo de Mayo de 1810, pues aunque Montevideo había acatado a la Junta de Cádiz y aceptado a DE ELÍO como virrey, en la campaña había ido ganando cada vez más adeptos el movimiento de Mayo.

Cada pueblo se convirtió en un foco de rebelión contra el gobierno español y los reunidos en Asencio, iniciaron luego las acciones y se dirigieron hacia Mercedes y Soriano, localidades que tomaron, continuando su tarea esparciendo la semilla de la libertad por toda la campaña uruguaya.

VENANCIO BENAVÍDEZ era un cabo de milicias y PEDRO JOSÉ VERA era un capataz de estancia brasileño, que era conocido con el nombre de «Perico el bailarín», por su destreza en bailar sobre zancos.

Ambos dispusieron para llevar a cabo su histórico llamado, un centenar de hombres, cuya fidelidad a la causa americana era inconmovible y que fueron reuniéndose, pasando boca a boca, la consigna de que el 28 de Febrero de de 1811, debían encontrarse en un lugar ya establecido en las márgenes del arroyo Asensio, llevando cada uno, las armas que tuviera.

La reunión se verificó sin que faltara uno solo de los comprometidos, que, apenas salido el sol, empezaron a acudir, a caballo y blandiendo sus armas, viejos fusiles, sables, alguna que otra lanza y hasta, simples boleadoras.

Al encontrarse reunidos los conjurados, BENAVÍDEZ  y VIERA los arengaron proclamando la caída del gobierno colonial y señalándoles el pueblo de Mercedes como objetivo de sus primeras operaciones. Entusiastas aclamaciones respondieron a las incitaciones de ambos caudillos y sin pérdida de tiempo, se dirigieron hacia Mercedes, poblado que tomaron casi sin oposición, pues la pequeña guarnición que allí había, de inmediato fraternizó con los sublevados.

Desde Mercedes escribieron al Cabildo de Soriano exhortándole a seguir la justa causa de Buenos Aires. El Cabildo, sin poner inconvenientes, entregó el pueblo, sin exigir otra condición que la de ser respetados los vecinos en sus vidas y haciendas, cosa que les fue concedida de buen grado y así se dio comienzo al levantamiento de los pueblos orientales a favor del credo de Mayo de 1810.

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