LAS FUERZAS REVOLUCIONARIAS EN LA BANDA ORIENTAL (1811)

En 1811, explota el sentimiento libertario en la Banda Oriental y comienzan a formarse los grupos de gente armada para lograr la expulsión de los portugueses nvasores.

Em 1967, en el Uruguay, bajo el auspicio y con el asesoramiento y colaboración del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, se llevó a cabo, un trabajo de investigación sobre el período de la Revolución, cuyas primeras conclusiones han aparecido en el libro «Evolución Económica de la Banda Oriental», editado en Montevideo, en 1967.

De dicha obra, firmada por Lucía Sala de Touron, Julio Carlos Rodríguez y Nelson de la Torre, extraemos algunos párrafos del capítulo VII, referente a cómo se formaron en la Banda Oriental, las fuerzas revolucionaria que llevaron a cabo el movimiento que culminó con el primer sitio de Montevideo en 1811 (ver Primer sitio de Montevideo).

«Las partidas se formaban con los estancieros o los capataces al frente de las tropas de peones, esclavos, agregados, ocupantes, etc. Esta forma de reclutamiento de los contingentes revolucionarios estaba facilitada por el hecho de que la inseguridad de la campaña hacía que las estancias, además de un centro de trabajo, fueran un reducto armado. J

osé Félix de Arvide, por ejemplo, describe su estancia de Carumbé, en la jurisdicción de Paysandú, en esta forma: “…desde los principios, sostuve constante­mente en mi población de treinta hombres para arriba, y como se hallaba tan avanzada hacia los infieles, los charrúas nos obligaban a trabajar con el fusil en una mano y el lazo en la otra. Al abrigo, pues, de aquella guarnición que mantuve por cerca de seis años a mis expensas, se fundaron otras mu­chas Estancias.

Miguel del Cerro, por su parte, habla de que tenía 40 fusiles. Juan Francisco García de Zúñiga -declarando en el expediente Inés Durán­ Antonio Castro- relata cómo él, al frente de sus peones, había sorprendido a un grupo de contrabandistas, obligándolos a arrojar las armas.

Los grandes hacendados ejercían su influencia no solo sobre sus esclavos, peones, agregados y demás dependientes, sino también sobre otros vecinos de menor importancia, que dependían de su protección en las zonas fronterizas.

El gran estanciero, con su casa que era una verdadera fortaleza en medio de los campos desiertos, con sus peones, esclavos y agregados armados, a la manera de los señores de la Europa carolingia, extendía su influencia sobre el conjunto de pobladores más desamparados.

Tanto más cuanto la acción de denuncia, efectiva o posible, los transformaba en reales o presuntos dependientes. Al influjo indudable de los grandes estancieros sobre sus huestes y los pequen os ocupantes, se agregaba el que ejercía sobre estancieros de menor importancia y que devenía no sólo de su poder material, sino del encuadramiento en la organización de milicias, que abarcaba prácticamente a toda la población.

La oficialidad de las milicias se integraba en la campaña con los grandes estancieros. Al organizarse militar y jerárquicamente, se creaban los resortes para su participación en las luchas revolucionarias.

«El gran prestigio de algunos estancieros se vio reforzado por su actividad como Jueces Comisionados, con funciones de policía y justicia. Existían , según Ferres,  16 Jueces Comisionados fuera de la jurisdicción de los Cabildos y un Juez General con el cargo de Comandante General de la Campaña.

«En territorios donde la tierra- estaba más repartida la. organización fue distinta y el liderazgo dependió más de la capacidad personal y de la pasión revolucionaria».

«Si a la red de jerarquía proveniente de la militarización y del poder estatal en la campaña, que en buena parte era ejercido por los estancieros, agregamos la existencia de un Cuerpo de Blan­dengues, de origen criollo y con la mayoría de la oficialidad criolla e integrada con estancieros o hijos de estancieros, es sencillo comprender la facilidad con que se levantó la campaña y el tipo de organización que tuvo la fuerza revolucionaria».

«Las partidas de changadores y contrabandistas se in­corporaron con su propia estructuración marginal milita­rizada., ducha en sus combates contra las fuerzas del rey. En último término, habrán de aliarse también los charrúas que sobrevivían en el territorio, una vez iniciado el movimiento, con sus armas, su organización y sus jefes».

«De esta fuerza heterogénea, unida sólo por su resistencia al orden establecido, con reivindicaciones distintas y con­tradictorias, Artigas fue el conductor, el elemento aglu­tinante, el dirigente decidido y prestigioso.»

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