El arcón de la historia Argentina > Crónicas > ARTIGAS PIDE AYUDA EN EL PARAGUAY (25/01/1820)
ARTIGAS PIDE AYUDA EN EL PARAGUAY (25/01/1820)
ARTIGAS PIDE ASILO EN EL PARAGUAY.
Hombre de muchos amigos y muchos enemigos, Artigas fue un defensor a ultranza de la unidad nacional rioplatense e incansable luchador contra la dominación española. Aun aquellos que no lo querían, lo respetaban y su valor les impuso respeto aun a sus enemigos.
Había nacido en 1764, en un pueblito cercano a Montevideo y durante sus primeros años se dedicó al trabajo en el campo y según algunos historiadores, también al contrabando de cueros, al juego de naipes y a tocar el acordeón.
Sentó fama de valiente, sereno y dueño de una voluntad de hierro y desde 1797, cuando ingresó como soldado al regimiento de Blandengues, comenzó a destacarse en la persecución de bandidos.
En 1806 combatió en Buenos Aires contra los invasores ingleses y cuando estos fueron vencidos, se embarcó hacia Montevideo para llevar la noticia del triunfo. Su barco naufragó y debió llegar a la costa nadando. Más tarde puso toda su energía y experiencia en la causa revolucionaria.
Posteriormente se enfrentó al gobierno de Buenos Aires y el director Posadas publicó un decreto declarándolo infame, privándolo de sus empleos y poniendo un precio de seis mil pesos a su cabeza. Más tarde el decreto se levantó y en 1817, cuando los portugueses invadieron Montevideo, las tropas de Artigas los mantuvieron a raya. Rechazó dinero y honores y siguió combatiendo hasta derrotar a una división portuguesa en el territorio de Brasil.
La suerte no lo acompañó en la lucha que emprendiera contra los caudillos del Litoral argentino, por lo que luego de ser vencido en la batalla de Tacuarembó (imagen) por tropas portuguesas, debió marchar a Entre Ríos y desde allí, en 1820, se diirigió a Paraguay en busca de ayuda, pero el presidente Rodríguez Francia, sin sentirse comprometido con la causa del caudillo oriental, lo recibió, pero lo mantuvo con un «status» de «casi prisionero» durante un tiempo.
En 1845 se trasladó a una chacrita cercana a la ciudad de Asunción, donde recibió la visita de mucha gente que respetaba su inquebrantable coraje.
Allí, a los sesenta años, acompañado por su fiel asistente «Ansina», volvió a ocuparse en tareas rurales, viviendo en la pobreza, pues la pequeña pensión que tenía asignada, la repartía entre los pobres del lugar. No aceptó regresar al Uruguay y en 1850, murió en el exilio a los 80 años de edad. Cinco años más tarde, sus restos fueron llevados a Montevideo (ver Artigas, José Gervasio de).