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PROCLAMACIÓN DE CARLOS III (10/11/1760)
Comenzaron en Buenos Aires las ceremonias de proclamación del rey CARLOS III, un acontecimiento que se convirtió en una de las fiestas más deslumbrantes de la ciudad colonial.
Cada vez que se proclamaba a un rey, se daba la ocasión de realizar un verdadero carnaval del que participaba todo el mundo. Primero se hacían las demostraciones de pesar por la muerte del rey anterior y después comenzaban las fiestas.
Así había ocurrido en 1747 cuando subió al trono FERNANDO VI y cuando este rey murió, las ceremonias se repitieron. Las celebraciones duraban varios días y eran muy esperadas y recordadas por los habitantes que llevaban una vida bastante monótona.
En la plaza central se levantó un teatro adornado con banderas y estatuas y el Coliseo, donde se representaron muchas óperas, fue engalanado con colgaduras y espejos.
El día de la proclamación se organizó una marcha precedida por un concierto de clarines y trompas y atrás de los ejecutantes venían los cuerpos militares a caballo y los vecinos con sus mejores ropas.
Las campanas de todas las iglesias y la artillería de la fortaleza acompañaron la proclamación y el alférez real arrojó al pueblo 600 medallas de plata. La gente se desesperó por agarrarlas y las tropas debieron intervenir para calmar el alboroto.
En los días siguientes hubo fuegos artificiales y un cronista de entonces contó 86.339 luces encendidas en la ciudad. Se brindaron numerosos banquetes para las autoridades del Cabildo, las órdenes religiosas, los oficiales y la tropa. También los presos pudieron gozar de la fiesta porque se les brindó comidas especiales y se liberó a los condenados por delitos leves (ver Festejos en Buenos Aires).