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LOS HOLANDESES EN EL RÍO DE LA PLATA (1599)
A partir de 1599, Holanda puso sus ojos sobre América y muchos fueron los intentos que realizó para hacer pie en estas tierras.
La brava lucha que mantenían los holandeses contra España, los había llevado a los mares, donde sus barcos corsarios, mandados por hombres como SPILBERG Y L’HEREMITE, daban caza a los galeones españoles y saqueaban los pueblos costeros, llevando sus hazañas hasta las tierras de América.
La ciudad de Bahía, capital de los establecimientos portugueses en el Brasil, había sido una de sus presas, que retuvieron en su poder hasta que la recuperó el almirante español FADRIQUE DE TOLEDO, lo que hizo que en Buenos Aires se temiera que los «pordioseros del mar», como se los apodaba a los holandeses, hicieran rumbo al sur y atacaran la ciudad.
El siguiente es un detalle de las incursiones más importantes y de las acciones que se generaron impulsadas por el interés de Holanda en poner pie en estas tierras:
El 7 de julio de 1599, Diego RODRÍGUEZ DE VALDEZ y DE LA BANDA asume como nuevo Gobernador del Río de la Plata (1599-1600) y abrió el Puerto del Riachuelo a los barcos holandeses y portugueses.
En 1603, el piloto ENRIQUE OTTSSEN publica en holandés, traducido al español recién en 1945, «El Mundo de Plata», un relato corto y verídico de la desgraciada navegación de un buque de Amsterdam que a mediados de 1599, tomó amarras en el puerto de Buenos Aires.
El 27 de setiembre de 1618, ante los viajes que corsarios y navegantes holandeses realizaban por los mares del sur, España reacciona y envía a BARTOLOMÉ GARCÍA NADAL y GONZALO NADAL con sendas carabelas a reconocer el Atlántico. El 22 de enero de 1619 llegan al Cabo de Hornos y pasan al Pacífico.
En 1619, nombrado en 1615, Juan ALONSO de VERA Y ZÁRATE asume como nuevo Gobernador del Tucumán (1619-1627). Durante su gobierno organizó y comandó personalmente la expedición que se dirigió a Buenos Aires para auxiliar la ciudad asediada por un ataque de navíos holandeses.
El 18 de setiembre de 1624, llega FRANCISCO DE CÉSPEDES y FIGUEROA y se hace cargo de la Gobernación de la Provincia del Río de la Plata (1624-1631).
En su paso por Río de Janeiro, se enteró que los holandeses se habían apoderado del Puerto de Bahía y que desde allí, con una armada compuesta por 36 navíos y 5.000 hombres, se proponían atacar a Buenos Aires.
Puso a Bahía en estado de alerta y les escribió al virrey del Perú y a las Audiencias de Charcas y Chile, pidiéndoles el envío de refuerzos, logrando que en 1625 llegaran a Buenos Aires tropas enviadas desde Córdoba, San Miguel del Tucumán, Talavera de Madrid, San Felipe de Salta y San Salvador de Jujuy, con las que, por su simple presencia, desalentaron los planes holandeses de invasión a estas tierras.
Se interesó entonces, por los territorios de la Banda Oriental enviándoles misioneros a los «charrúas» y propuso al rey de España, construir un Fuerte en Montevideo.
En junio de 1625, el gobernador de Buenos Aires, capitán FRANCISCO DE CÉSPEDES, recibe noticias de que una fuerte flota holandesa había sido avistada frente a Maldonado. Lejos de amedrentarse, Céspedes tomó acertadas medidas para una eventual defensa de la ciudad y pidió fuerzas auxiliares a Santa Fe y Tucumán.
Construyó defensas y reforzó las que consideraba débiles. Armó al vecindario, se artilló la plataforma con cañones de hierro y en lugar preferente se instaló el cañón de bronce que había traído Hernandarias. Dos medias culebrinas enfilaban la plaza y dos falconetes guardaban el puente. En las troneras se armaron horquetas para los mosquetes de muralla y se hizo gran acopio de pólvora, mechas, cucharas y pelotas de hierro para los cañones.
Así todo dispuesto, envió «atajadores» en descubierta y distribuyó atalayas en la barranca para vigilar el río y dar pronto aviso al menor movimiento de las naves enemigas.
De madrugada llegaron los atajadores anunciando que la flota se aproximaba. Poco después aparecieron las naves holandesas: cuatro galeones fuertemente armados y dos patachos que avanzaron y arriando velas, al caer la tarde se ubicaron frente a la ciudad, mientras otras naves de mayor calado y también fuertemente artilladas, prudentemente, se mantuvieron a la distancia.
«Al disparo del cañón del Fuerte, convocando a los vecinos, todos llegaron a la Plaza Mayor, armados con lo que cada uno pudo disponer y hasta los indígenas «mansos» que vivían por los alrededores, acudieron con sus arcos, flechas y macanas, decididos a repeler el ataque que se esperaba. Que se esperaba, pero que increíblemente no se produjo».
» Luego de una noche en vela, al despuntar el alba, los vecinos asombrados vieron como la flota holandesa izaba velas y emprendía veloz carrera hacia el sur, demostrando así que se había abandonado la idea de un desembarco y ataque a estas colonias, dejando a sus defensores, que aún con las armas en la mano, desataron su alegría por tan inesperado desenlace».
«Breve fue entonces la estadía de los holandeses en el Plata. ¿Restó coraje al ánimo de los esforzados marinos el apercibir los aprestos de defensa o consideraron insignificante el botín que podían cobrar?».
Nunca fue posible saberlo a ciencia cierta. Lo que si se supo es que los holandeses, dejando desparramados por la costa, gran cantidad de papeles impresos en castellano con leyendas contra España y vehementes incitaciones para que estos pueblos se rebelasen contra la corona española.
Más que atacar estas pobres posesiones, lo que deseaban era sembrar la discordia, el desánimo y la semilla de la rebelión, para aprovechar en su beneficio, el desorden que tal actitud acarrearía.
El 26 de diciembre de 1631, designado en 1629, llega a Buenos Aires el nuevo Gobernador de la Provincia del Río de la Plata, PEDRO ESTEBAN DÁVILA (1631-1637).
El nuevo Gobernador reforzó las defensas de Buenos Aires, ante el renovado temor de un ataque de los holandeses. En diciembre de 1858, estando bloqueado el Puerto de Buenos Aires por tres naves francesas, llegó aquí la nave española «Santa Agueda», con numerosos jesuitas a bordo.
Los franceses los atacaron, pero el navío español logró refugiarse en el puerto. En tales circunstancias, en el Riachuelo, se hallaban ancladas varias naves holandesas al mando del Capitán ISAAC DE BRAC, las que junto con la «Santa Agueda» salieron a enfrentar a los franceses.
El capitán holandés, con su nave abordó la nave capitana de los franceses y pasó a degüello a toda su tripulación, provocando la desordenada huída del resto de las naves francesas.
No obstante el feliz resultado de esta acción que fue llevada a cabo durante el gobierno de PEDRO RUÍZ DE BAIGORRI, éste fue acusado de permitir el comercio con los holandeses y el contrabando. Destituído de su cargo fue puesto en prisión, aunque luego de un proceso se lo declaró inocente de los cargos que se le imputaban.
El 26 de mayo de 1660, es gobernador de la Provincia del Río de la Plata, ALONSO MERCADO y VILLACORTA (1660-1663) y a pesar de las estrictas órdenes en contrario que existían, permitió la entrada de algunas naves holandesas y traficó con ellos frutos de la tierra a cambio de mercaderías diversas y negros esclavos,
Fue acusado y luego sometido a «Juicio de Residencia». Fue absuelto y «en compensación por los agravios sufridos», se lo trasladó al Tucumán, como nuevo Gobernador de ese territorio.
En 1678, el gobernador del Río de la Plata ANDRÉS DE ROBLES (1674-1678), fue acusado de haber permitido al buque holandés «San Sebastián», el comercio y el embarque de pasajeros por el puerto de Buenos Aires, cosa que estaba absolutamente prohibido por el gobierno de España.
Por ello fue suspendido de su empleo, embargados sus bienes y conminado a regresar a España. En una carta elevada al monarca español, ROBLES expresó que las acusaciones contra su persona obedecían a persecuciones y venganzas de sus enemigos por haber defendido a los indios contra los abusos y mal tratamiento que les infligían sus encomenderos. Su alegato no fue atendido y se dispuso su relevo.