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GRAN BRETAÑA Y LA GUERRA CON BRASIL (12/01/1826)
El 12 de enero de 1826, MANUEL JOSÉ GARCÍA, Ministro de Relaciones Exteriores del gobernador de Buenos Aires, GREGORIO DE LAS HERAS, les comunicó a ALVEAR y a DÍAZ VÉLEZ, comisionados ambos del gobierno argentino ante Bolívar, el estado de guerra de las Provincias Unidas con el Brasil y les pide que le informen a aquel, que “es evidente el interés del gabinete británico en cortar la guerra en América…”. Aduce García que los británicos creen que el conflicto se convertirá en guerra de principios y que eso afectaría a Europa reavivando los rigores de la Santa Alianza, que eran contenidos por los ingleses.
Además de la preocupación por las cuestiones políticas europeas, el interés británico en la guerra argentino- brasileña, en realidad tenía otros motivos. A partir del Tratado de Utrecht (1713), el gobierno británico trató de mantener el equilibrio de fuerzas en el Río de la Plata. Entre 1810 y 1816, en líneas generales, la política británica procuró, esencialmente, refrenar los intentos portugueses de conquistar la Banda Oriental. Cuando en 1816, ésta fue invadida por los portugueses, Gran Bretaña no apoyó ni reconoció la maniobra y tampoco tomó posición, cuando el imperio brasileño incorporó a la provincia Cisplatina.
Para Gran Bretaña, la Banda Oriental debía ser un Estado «tapón» que asegurara la libre navegación del río de la Plata e impidiera su control total, tanto al Brasil como a las Provincias Unidas. Otro objetivo inmediato de esta política era la extensión del comercio saladeril, a un Estado que pudiera garantizar, con sus propias rentas aduaneras, los eventuales empréstitos que pudiera necesitar (ver La Banda Oriental debe ser un Estado Independiente)
Consagrada y asegurada la libertad de comercio por sendos tratados firmados con las Provincias Unidas y con el Brasil, en 1825, el principal interés de Gran Bretaña, era conservar la paz. Procurando esto, el ministro inglés de Relaciones Exteriores, GEORGE CANNING, en junio de 1825, sugirió llegar a un arreglo, mediante el pago de una suma por parte de las Provincias Unidas al imperio, para que éste abandonara la Banda Oriental y así se lo hizo saber a WOODBINE PARISH (su ministro plenipotenciario en Buenos Aires) y a CHARLES STUART (enviado británico en Río para zanjar las desavenencias entre Portugal y el Brasil).
La política de indemnizar al Brasil fue aceptada y defendida enfáticamente por el ministro argentino García. Los ingleses, finalmente, estaban deseosos de demostrar su buena voluntad hacia ambas partes y CANNING, en setiembre de 1825, le escribió nuevamente a PARISH: «No es nuestra intención desechar con ligereza la cuestión de cualquier posible interferencia de nuestra parte para evitar las hostilidades entre Brasil y Buenos Aires, pero deseamos situar esa interferencia. si tiene lugar, sobre su correcta base de acto desinteresado de amistad hacia ambas partes».
Cuando la guerra se aproximaba, BERNARDINO RIVADAVIA, encargado de negocios en Londres, presiona sobre CANNING recordándole que ya en 1812, lord STRANGFORD había dado garantías británicas para que la Banda Oriental quedara libre de fiscalización portuguesa. CANNING se siente molesto por este recordatorio de Rivadavia. y juzgando inconvenientes para un diplomático, las relaciones comerciales que mantiene el representante argentino, recibe con alivio la decisión de éste de retornar a Buenos Aires, que lo deja en libertad de trabajar por la paz desde una posición de neutralidad.
También en esos momentos se estudió la posibilidad de que el propuesto Congreso de Panamá, actuando como mediador, examinara y resolviera la cuestión, posibilidad ésta, que fue aprovechada por los ingleses, para presionar a los brasileños a un acuerdo pacífico con el fin de evitara esa intervención del Congreso. Pero todo esto fue dejado de lado cuando el Congreso de Panamá dejó en claro las más amplias miras que habían inspirado su convocatoria (ver La guerra con Brasil).