FERRÉ Y EL PROTECCIONISMO (1830)

En 1830, PEDRO FERRÉ, durante las sesiones preparatorias del Pacto Federal, replicando la tesis librecambista del representante de Buenos Aires, JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRÓN, expone sus ideas acerca de los beneficios de  una po­lítica proteccionista que asegurase la preservación y el desarrollo de las industrias y artesanías provinciales frente a la ruinosa competencia de las manufacturas extranjeras.

En medio de las luchas civiles que desangraron al país a partir del golpe unitario del 1º de diciembre de 1828, los pueblos del interior encontraron en la persona de PEDRO FERRÉ, al más decidido defensor de sus intereses económicos frente a la política centralista impuesta por Buenos Aires (ver Ferré, Pedro).

FERRÉ había nacido en la ciudad de Corrientes el 29 de junio de 1788, y desde su juventud trabajó en los astilleros de su padre, Juan Ferré, quien lo inició en el arte de la carpintería naval.

Al producirse la revolución de Mayo de 1810, PEDRO FERRÉ ingresó como cadete en el Cuerpo Cívico de la provincia, y prosiguió luego su carrera militar hasta que en 1820 alcanzó el grado de comandante general de marina.

En 1821 fue designado alcalde de primer voto del Cabildo correntino, y tres años más tarde fue elegido Diputado al Congreso General Constituyente reunido en Buenos Aires.

El 27 de diciembre de 1824 asumió la gobernación de Corrientes y emprendió una serie de innovaciones progresistas. Introdujo la primera imprenta que funcionó en la provincia, estableció la circulación de papel moneda, implantó el sistema de enseñanza «Lancasteriano» (ver El sistema Lancaster para la enseñanza) y creó una escuela de primeras letras en cada localidad cabeza de partido.

Cuando concluyó su mandato, tuvo activa participación, representando a su provincia, en las negociaciones preparatorias del Pacto Federal, que en 1830, se desarrollaron en la ciudad de Santa Fe (ver El pacto Federal o Liga del Litoral)

Allí fue donde expuso, en réplica a la tesis librecambista del representante de Buenos Aires, JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRÓN, su brillante alegato en favor de una po­lítica proteccionista que asegurase la preservación y el desarrollo de las industrias y artesanías provinciales frente a la ruinosa competencia de las manufacturas extranjeras.

Señaló, asimismo, la necesidad de poner término al injusto privilegio que Buenos Air es se arrogaba en el control de las rentas aduaneras, y propuso que estas rentas fuesen en adelante compartidas por todas las provincias, en proporción al consumo y producción de cada una.

«No se podrán nuestros paisanos ponchos ingleses», declaró Ferré en el memorándum que presentó en esa ocasión y refiriéndose a las consecuencias que se derivarían de la adopción de una política proteccionista, dijo:

«Si, sin duda un corto número de hombres de fortuna padecerán, porque se privarán de tomar en su mesa vinos y licores exquisitos… Las clases menos acomo­dadas no hallarán mucha diferencia entre los vinos y licores que actualmente beben, sino en el precio, y disminuirán el consumo, lo que no creo ser muy perju­dicial».

«No se pondrán nuestros paisanos ponchos ingle­ses, no llevarán bolas y lazos hechos en Inglaterra, no vestiremos ropa hecha en extranjería y demás renglones que podemos proporcionar, pero en cambio, empezará a ser menos desgraciada la condición de pueblos enteros de argentinos, y no nos perseguirá la idea de la espan­tosa miseria a que hoy son condenados.

«Más adelante expone, con irrefutables argumentos, la necesidad que tiene el país, para asegurar su progreso, de no depender exclusivamente de la ganadería.

«Se dice y con razón: la riqueza casi exclusiva de Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes es la ganadería. Muy bien, pero en estas tareas se ocupará cierto número de personas, y quedarán miles y miles sin ninguno (a no ser que todos nos reduzcamos por necesidad a ser peones de estancias y dejar nuestras casas por buscar aqué­lla)».

«Los ganados se multiplican. Cada dos años se re­ponen. Eso es bueno, pero entretanto que se multiplican hasta proporcionar trabajo a todos los que no lo tienen, pasarán siglos. También los hombres se aumentan, y llévese esta progresión hasta donde se quiera, nunca podrá ser la ocupación exclusiva de la República la ganadería, porque no toda ella es a propósito para el pastoreo, y no podemos ni debemos desentendernos de los intereses de una parte de ella».

No tardó nada JUAN MANUEL DE ROSAS en contestarle a Ferré sus críticas al «proteccionismo» estimulado por el gobierno de Buenos Aires y a su propuesta de convocar a un Congreso Constituyente y lo hace en una carta que le envió al gobernador de Santa Fe, ESTANISLAO LÓPEZ, empleando curiosas metáforas campesinas y diciéndole:

«El señor Ferré quiere cosechar buen trigo en un terreno lleno de malezas de toda clase. Malezas que él mismo y todos los buenos hijos de la tierra hemos dejado tomar tanto cuerpo en nueve años, que para destruirlas lo que se necesita hoy, es una fuerte liga de labradores respetables».

«¡Desengáñese señor Ferré!. Para recoger buen trigo es necesario, aun cuando la tierra no tenga malezas, prepararla bien y luego sembrarla, conociendo bien la estación y el temperamento».

«Pero el señor Ferré quiere, antes de preparar esa unión de labradores y de contar con peones, arados, tesoro y bueyes y demás elementos, sin destruir las malezas exteriores e interiores del terreno, sin ararlo y preparar la tierra, sin espiar la oportunidad, etc., etc., sembrar en la peor estación y ya recoger el más hermoso fruto».

«Con una particularidad, que lo quiere recoger en los momentos mismos que empiece a sembrar. ¡Pobres los labradores que tal desatino cometieran! ¡Ellos y sus familias perecerían si no tuvieran otro género de industria!».

«Esto es triste: pero es más triste todavía ver que uno de esos labradores (lo decía por Pedro Ferré) que deberían unirse al objeto indicado, cuando confiesa que en la tierra hay multitud de malezas, no convenga en que deban primero destruirse en silencio y con habilidad y preparar la tierra para después sembrar en buena estación y aparente oportunidad».

«Que se separe, retirando sus peones y útiles de labranza. Que haga pública su separación, causando con esto el desaliento en las peonadas de los demás labradores, que al considerar lo recargado del trabajo podrían abandonarlo, resultando de todo esto, la doble propagación de la maleza de una manera que mañana resultaría perdida la tierra para siempre».

«A no ser que se hiciera entrega de ella a los extranjeros, quienes, claro está, mirarían esto con agrado, por lo que nuestros hijos tendrán que ser esclavos, no ya para destruir las malezas, sino para cultivar las tierras ya dueñas de otros, a pesar de haberla adquirido nosotros por haber nacido en ellas, y por el derecho de haberlas comprado con nuestra sangre».

Es evidente que para Rosas, antes de «sembrar y recoger el fruto (habrá querido decir la Constitución?), era necesario asegurar la «unión de los labradores» (será la unión de todos los argentinos?) y «limpiar totalmente el terreno de malezas exteriores e interiores». (habrá querido decir enemigos, cuando dice malezas?).

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