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DORREGO Y BOLÍVAR (1825)
A mediados de 1825, MANUEL DORREGO parte rumbo al Perú. Aparentemente busca concretar un negocio de minas. En situación económica precaria, porque no ha podido atender sus intereses debidamente, Dorrego está decidido a emprender el negocio minero. Debido al fomento de RIVADAVIA, este tipo de inversión aparece como medio seguro de hacer fortuna sin las dilaciones que presentan las tareas agropecuarias con que se ha enriquecido el hermano del mismo DORREGO. El viaje de DORREGO incluye visitas a los gobernadores federales del interior. Por lo que se pone en contacto con BUSTOS, en Córdoba, QUIROGA, en La Ríoja, e IBARRA, en Santiago del Estero. Antes de partir, DORREGO ha vendido sus campos de San Antonio de Areco y ha formado una empresa con MARIANO GAINZA a quien ha dado poder para comprar «cualesquiera terrenos y minas a nombre de la sociedad» que ambos integran con GREGORIO LECOQ.
Pero también va a visitar a BOLÍVAR porque la preocupación predominante de Dorrego, en esos momentos, es la defensa de la Banda Oriental. La situación argentino- brasileña ha llegado a un punto de tensión en que la definición se hace inminente. BOLÍVAR es un jefe militar que no conoce obstáculos que se opongan a sus designios, y DORREGO busca en él a un libertador para la provincia oprimida. Expresando una opinión que ya se abría paso en Buenos Aires, DORREGO había escrito en el periódico “El Argentino”, citando a los vencedores de Ayacucho como los posibles libertadores que arrojarían a los portugueses de la Banda Oriental (ver Guerra con Brasil).
Dorrego lleva una carta del deán FUNES, encargado de negocios de Colombia, que lo recomienda a BOLÍVAR, diciéndole que no va por negocios públicos, pero que tiene sobre éstos “ideas muy exactas y del mayor Interés”. Lo presenta, además, en su condición de militar de fama, con lo cual lo insinúa como hombre útil para una posible campaña libertadora.
Al ver a BOLÍVAR, DORREGO se adelanta a los enviados especiales argentinos —ALVEAR y DÍAZ VÉLEZ— que van con los mismos propósitos. En la flamante república que lleva su nombre, BOLÍVAR recibe halagado los homenajes argentinos. Escribirá a Santander (con su particular inmodestia): «Todo el pueblo argentino, todos los buenos patriotas y hasta el gobierno mismo, no esperan nada bueno sino de mi”. DORREGO, con su impulsividad, lo considera un me sias. Ha dejado de lado su negocio de minas y se dedica a convencer a BOLÍVAR para que conduzca los ejércitos que aniquilarán a Don Pedro I.
Ya de regreso, DORREGO le escribea BOLÍVAR, expresándole una admiración sin límites. Critica ‘acerbamente la reciente elección de RIVADAVIA para la presidencia de las Provincias Unidas y le reitera: «En mi sentir, la destrucción del Imperio brasilero está sólo a V. E. reservada». Desde Buenos Aires, DORREGO repite sus ofertas y pide recibir órdenes para demostrar su reconocimiento a BOLÍVAR, insistiendo en su oposición a la política que sigue el gobierno argentino, afirmando equivocadamente, algo que nunca fue así: «Todos claman porque V. E. se ponga al frente de la guerra por una alianza americana… Sí, señor Excmo., esto piensan todos, excepto el pequeño circulo ministerial, que llega al término de preferir comprar la independencia de la Banda Oriental por algunos millones… Las esperanzas de los libres de las provincias argentinas, están fundadas en que tal vez no diste el día que se suplique a V. E. tome a su cargo nuestra defensa. ..»
Una súbita pasión bollvariana ha embargado a DORREGO. La posición federalista que ha adoptado en el ámbito nacional no está necesariamente reñida con la confederación de Estados americanos que propugna el vencedor de Carabobo y Boyacá. Tanto DORREGO como BOLÍVAR pensaban y actuaban en función de una política americanista que unificara a las naciones del continente y que fuera capaz de excluir de éste toda posible Ingerencia de las fuerzas ajenas y opuestas al ideal de una América unida y soberana (Crónica Argentina, Editorial Codex, Buenos Aires 1979).