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CRUELDAD Y VIOLENCIA EN EL RÍO DE LA PLATA
Desde comienzos de la conquista lanzada por la corona española en las tierras de Hispanoamérica, la violencia fue una característica que identificó a ambos mundos en pugna.
La justa defensa que de su tierra mancillada y ocupada por los españoles, hicieron los aborígenes, jamás hubiera podido encauzarse por medio del diálogo y el respeto a los derechos que cada uno defendía. Eso hubiera sido más que imposible, una utopía.
Diferencias culturales y en los objetivos (totalmente contrapuestos), temores, codicia, genética y orgullo, fueron obstáculos insalvables para que la conquista y posterior colonización no estuvieran manchadas por la crueldad de sus actores.
Luego vinieron las luchas por la Independencia y también entonces, ninguno de los dos bandos, criollos y realistas, se preocupó demasiado por mantener vigentes las reglas que imponen “combatir con honor y con respeto por el enemigo”, de las épocas muy pretéritas de la caballería, que quizás sólo existieron en la imaginación de los escritores y cineastas.
Hubo luego, un período de la Historia Argentina que las divisiones existentes entre grupos antagónicos de poder, dejó grabadas infinidad de confrontaciones épicas tras ideales nobles muchas de ellas, pero también, execrables como contrapartida, por la crueldad y las atrocidades cometidas por algunos de sus actores, ya sean de uno u otro bando, que mancharon con sangre y dolor infinitos su lucha fratricida (ver Finales amargos para mujeres y hombres públicos argentinos)
Las llamadas “Guerras Civiles Argentinas”, mal etiquetadas como “civilización o barbarie” por SARMIENTO, comenzaron quizás, (porque estaban ya en la esencia del movimiento de Mayo de 1810), cuando JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS en 1814 se retiró del Sitio de Montevideo y se enfrentó con el Director Supremo GERVASIO ANTONIO DE POSADAS, dando inicio a la puja entre “unitarios” y “federales”, cuyo pico máximo se registró en 1820.
Una disputa que no terminó cuando los federales comandados por FELIPE VARELA, el 10 de abril de 1869, perdieron su última batalla a manos de ANTONINO TABOADA , en el “Pozo de Vargas”, si no que siguió luego con los alzamientos de LÓPEZ JORDÁN en 1870, con el “mitrismo” que levantando las banderas de los unitarios, continuó con su lucha por la hegemonía de sus ideas políticas, hasta que por fin, terminaron con la rebelión del gobernador de Buenos Aires, CARLOS TEJEDOR, seguramente, el último caudillo que cayó vencido, terminando con él, las guerras civiles, por lo menos, como medio violento para dirimir ideas.
La crueldad
Pero haya sido el que fuera, el motivo que la suscitara, a los argentinos, la crueldad nos viene desde lejos. Y no solo la crueldad, también el desprecio por las leyes de la justicia y la vida humana, fueron constantes en muchos de los escenarios donde se desarrollaron estas pugnas entre españoles y aborígenes, luego entre éstos y el hombre blanco invasor, más tarde, entre criollos y realistas y finalmente entre hermanos.
Decapitaciones, exposición de cabezas cortadas, saqueos a poblaciones indefensas, cadáveres sin enterrar, degüello de prisioneros, torturas, fusilamientos sin juicio previo, ahorcamientos, muertes por medio del “garrote vil ” y muchas veces, hábiles dialécticas, que causaron más muertes que todas aquellas (1), fueron las infinitas formas que algunos de aquellos “caudillos” tenían para mostrarse fuertes y poderosos.
Ninguno de los bandos quedó exento de esos excesos. Tanto los aborígenes como los colonizadores españoles; los «saavedristas» como los «morenistas»; los «federales» como los «unitarios»; los “nacionalistas”, los ”liberales”, “autonomistas”, “ conservadores” o “radicales”, todos ellos tienen, como se dice hoy “sus muertos guardados en el ropero”.
Sería muy difícil contabilizar las muertes que se le atribuyen a la “mazorca”, durante la época de ROSAS, la crueldad que se le atribuye al fraile domínico y general JOSÉ FÉLIX ALDAO; las atrocidades de FACUNDO QUIROGA, despiadadamente expuestas por DOMINGO SARMIENTO en su libro “Civilización y barbarie. La vida de Juan Facundo Quiroga”, las del gobierno de Buenos Aires, con los soldados reclutados en Santa Fe y Entre Ríos, que en 1843, se negaron a combatir contra sus hermanos orientales; o para reprimir el motin de Fontezuelas;
Las matanzas de oficiales prisioneros ordenadas por DEHEZA y ALDAO; la campaña punitiva de JOSÉ MARÍA PAZ en la sierra cordobesa; el terror desplegado por MANUEL ORIBE en el interior luego de la campaña 1841; la «matanza de Villamayor», ocurrida durante la confrontación entre Buenos Aires y la Confederación, cuando el 31 de enero de 1856, el Coronel ESTEBAN GARCÍA (alias el Gato), después de vencer al general JERÓNIMO COSTA en batalla, ordena fusilar sin juicio previo a 140 de los 160 efectivos que defendían la causa porteña y las crueldades cometidas durante la guerra con Paraguay.
Por eso, sin referirnos tampoco a los numerosos asesinatos políticos, a fusilamientos ocurridos como epílogo de una confrontación armada, o como castigo contemplado por las leyes vigentes en esas épocas, en este espacio, hemos tratado de incluir muchos (no todos), de aquellos hechos que en nuestro pasado histórico, nos dejan sorprendidos por la crueldad innecesaria, la violencia y la irracionalidad que los caracterizó.
No deja de sorprendernos que hasta SARMIENTO haya sido en cierta oportunidad, un exégeta de la violencia. Dicen que en 1863, cuando fue informado sobre la muerte del Chacho Peñaloza, dijo: «Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la época de Robespierre”.
El 9 de junio de 1535, durante un viaje de exploración que realizaba en proximidades del Puerto de los Leones, en la Patagonia, el capitán SIMÓN DE ALCAZABA, fue asesinado junto con algunos de sus adictos, por hombres de su tripulación, alentados por su segundo al mando, que ambicionaba comandar la expedición.
En 1535, JUAN DE AYOLAS (se dice que para eliminar un posible rival político), denuncia al capitán PEDRO OSORIO como conspirador, lo que da lugar a una investigación secreta ordenada por PEDRO DE MENDOZA, quien ya desde antes de comenzar el viaje, desconfiaba de Osorio y le tenía celos por el gran predicamento que éste tenía sobre su tropa. Como resultado de esta investigación, Osorio es ejecutado el 3 de diciembre de 1535
En noviembre de 1547, DIEGO DE ABREU llega a Asunción y declara haber sido designado nuevo Gobernador. Depone a FRANCISCO DE MENDOZA, quien había sido nombrado por IRALA para que ocupara ese cargo, mientras durara su ausencia y asume como capitán general de Asunción y ordena la ejecución de FRANCISCO DE MENDOZA, que es inmediatamente decapitado el 3 de setiembre de 1548.
En 1571, GONZALO DE ABREU Y FIGUEROA fue nombrado Gobernador del Tucumán (1574-1580) por la corona española. Llegado al Perú en agosto de 1574, se entera que el Consejo de Indias tenía decidido anular su nombramiento y confirmar en el cargo a GERÓNIMO LUÍS DE CABRERA (fundador de la ciudad de Córdoba en 1573), nombrado para el mismo cargo por el Virrey del Perú. Apresuró por ello su viaje hacia Asunción y llegado a su destino reemplazó a éste, lo puso en prisión y movido por sus ambiciones de poder, lo hizo ejecutar el 17 de agosto de 1574 por medio del “garrote vil”, acusándolo de conspirar contra el rey de España.
En 1579, TUPAC- AMARÚ, alzado en armas contra la corona de España, fue desmembrado y decapitado por orden del virrey Toledo.
“Un documento español titulado “Distribución de los cuerpos, o sus partes, de los nueve reos principales de la rebelión, ajusticiados en la plaza del Cuzco, el 18 de mayo de 1781”: José Gabriel Túpac-Amaru, Micaela Bastidas, su mujer, Hipólito Túpac-Amaru, su hijo, Francisco Túpac-Amaru, tío del primero, Antonio Bastidas, su cuñado, la cacica de Acos, comandante Diego Verdejo, coronel Andrés Castelo y Antonio Oblitas, verdugo.
La cabeza de José Gabriel Túpac-Amaru fue exhibida en Tinta y un brazo en Tungasuca junto con un brazo de su esposa Micaela Bastidas; un brazo de Antonio Bastidas, en Pampamarca; la cabeza de Hipólito Tupac Amarú en Tungasuca; un brazo del coronel Castelo en Surimana y otro en Pampamarca; un brazo de Diego Verdejo, en Coparaque, otro en Yauri y el resto de su cuerpo, en Tinta; la cabeza de Francisco Tupac-Amaru, en Pilpinto; un brazo de Antonio Bastidas, en Urcos (Quispicanchi); una pierna de Hipólito Túpac-Amaru, en Quiquijano (Quispicanchi); una pierna de Antonio Bastidas, en Sangarará (Quispicanchi); la cabeza de la cacica de Acos, en Sangarará (Quispicanchi); la cabeza de Andrés Castelo, en Acamayo (Quispicanchi); el cuerpo desmembrado y sin cabeza de José Gabriel Condorcanqui y el de su esposa Micaela Bastidas en Picchu (Cuzco); un brazo de Antonio Oblitas, en el camino de San Sebastián (Cuzco); un brazo de José Gabriel, una pierna de su esposa y un brazo de Francisco Tupac Amarú en Carabaya; una pierna de Hipólito Túpac-Amaru, en Azangaro; una pierna de José Gabriel Túpac-Amaru, en Santa Rosa (Lampa); un brazo de su hijo Hipólito en Iyabirí (Lampa); un brazo de Micaela Bastidas en Arequipa; una pierna de José Gabriel Túpac-Amaru, en Livitaca (Chumbivilcas); un brazo de su hijo en Santo Tomás, Paucartambo (Chumbivilcas); el cuerpo de Castelo y la cabeza de Antonio Bastidas, en Paucartambo; un brazo de Francisco Túpac-Amaru, en Paruro (Chilques y Masques); la cabeza de Antonio Verdejo, en Chuquibamba (Condesuyos de Arequipa); una pierna de Francisco Túpac-Amaru, en Puno” ( “Tupac Amarú”, de Felipe Pigna (El Historiador):
En 1581, cuando HERNANDO DE LERMA llegó a Santiago del Estero para asumir como nuevo Gobernador del Tucumán, luego de hacerse reconocer como tal por el Cabildo, hizo aprehender a quien venía a remplazar, GONZALO DE ABREU y lo hizo encerrar, declarándolo culpable de todos los cargos que se le imputaban (había acusado a Abreu de la muerte de JERÓNIMO LUIS DE CABRERA, trato injusto a sus vasallos y la destrucción de San Francisco de la Nueva Provincia de Alava entre otros 53 cargos más).
Sin que tuviera ocasión de defenderse, ABREU estuvo nueve meses preso y se lo sometió a terribles torturas antes de ser colgado con un peso de 100 kilos atado a sus pies, lo que hizo que se le rompieran las venas y se le produjeran graves heridas internas que, luego de cinco días de agonía, le provocaron la muerte.
El 25 de mayo de 1809, estalló la “Rebelión de Chuquisaca”, y luego de sofocarla, los jefes realistas hicieron degollar sus once cabecillas: PEDRO DOMINGO MURILLO, quien alcanzó a gritar antes de caer muerto «La tea que yo he encendido, nadie podrá apagarla», BASILIO CATACERA, BUENAVENTURA BUENO, MELCHOR XIMÉNEZ, MARIANO GRANEROS, JUAN ANTONIO FIGUEROA, APOLINARIO JAÉN, EUGENIO GARCÍA LANZA y JUAN BAUTISTA SAGÁRNAGA.
En 1810, luego de la Batalla de Suipacha (07/11/1810), JUAN JOSÉ CASTELLI, que acompañaba como Delegado de la Primera Junta de Gobierno Patrio a las Fuerzas Expedicionarias al Alto Perú que al mando de ANTONIO GONZÁLEZ BALCARCE marchaban para lograr la adhesión de esos territorios a la causa de Mayo de 1810, dispuso el inmediato fusilamiento, sin juicio previo, de los comandantes realistas VICENTE NIETO, FRANCISCO DE PAULA SANZ y JOSÉ DE CÓRDOBA Y ROJAS, en castigo por la matanza de civiles que en octubre de ese año, habían ordenado luego de sofocar las insurrecciones de La Paz y Cochabamba.
En 1812, injustamente acusado por facciones políticas de la oposición, de ser el culpable de la derrota sufrida en Huaqui por MANUEL BELGRANO, buscando realizar un castigo ejemplificador, JUAN JOSÉ CASTELLI fue sometido a juicio, que cruelmente fue demorado tratando de volcar en favor de sus acusadores, a una opinión pública que claramente no estaba de acuerdo con ellos.
El proceso no dejaba en claro si era un juicio político o un juicio militar y nunca quedó claro cuáles eran las acusaciones que se le formulaban. El juicio tardó en iniciarse y ante los reclamos de CASTELLI, afectado ya por un cáncer de lengua, finalmente se inició, pero murió el 12 de octubre de 1812, a poco de haberse iniciado éste.
A principios de 1814, los realistas habían secuestrado a los cuatro hijos de los Padilla (MANUEL ASENCIO y JUANA AZURDUY); mataron a los dos varones y pretendieron usar a las dos niñas como señuelo para atrapar al caudillo. La respuesta de PADILLA y su esposa, seguidos por algunos soldados, fue atacar furiosa y ciegamente a sus enemigos, consiguiendo matarlos y rescatar a las niñas, pese a que murieron días más tarde. A partir de ese momento, se convirtió en uno de los caudillos más violentos del Alto Perú, lo que lo llevó incluso a enfrentamientos con caudillos como UMAÑA.
En 1816, luego de la Batalla de Tarabuco (12/03/1816), los realistas sobrevivientes, fueron exterminadas a garrotazos por los aborígenes que formaban parte de las fuerzas patriotas al mando de MANUEL ASENCIO PADILLA, JOSÉ SERNA, ILDEFONSO CARRILLO, PEDRO CALISAYA y PRUDENCIO MIRANDA y el comandante español FRANCISCO HERRERA Y RODADO, con todos sus oficiales, después de rendidos, fueron pasados por las armas. De la expedición realista sólo se salvó el tambor.
En 1816, en el fragor de la lucha entablada durante la batalla del Arroyo de Parí, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia (21/11/1816), una bala de cañón mató al caballo que montaba el coronel IGNACIO WARNES y otra lo hirió en una pierna, cayendo ambos. Creyéndolo muerto, sus tropas se desbandaron y aunque los realistas perdieron la mitad de sus fuerzas, quedaron dueños del campo, el jefe realista FRANCISCO JAVIER AGUILERA ordenó rematar a WARNES y éste fue abatido con un pistoletazo en la cabeza. El cadáver del heroico guerrero fue mutilado; destroncándose su cabeza que luego fue clavada en una pica y expuesta en el centro de la plaza principal de Santa Cruz de la Sierra, como siniestro trofeo.
En 1816, el rebelde coronel JUAN FRANCISCO BORGES, que no había querido obedecer al gobierno de Tucumán ni al general MANUEL BELGRANO, que le ordenaron una retirada estratégica, fue derrotado por el coronel GREGORIO ARÁOZ DE LAMADRID en Pitambalá (27/12/1816) e inmediatamente fusilado.
En 1819, JOSÉ LUIS y DOMINGO ESCOBAR los jefes correntinos que defendían la causa de Buenos Aires contra el caudillismo, fueron sorprendidos y derrotados en un combate que libraron el 5 de mayo de 1819, cerca de Goya con el jefe inglés, al servicio de ARTIGAS, JUAN TOMÁS ASDET. Los dos hermanos fueron muertos sin querer rendirse y sus cabezas fueron puestas en exhibición en la plaza de la ciudad de Corrientes.
En 1819, cincuenta oficiales de las fuerzas realistas en operaciones en el Río de la Plata, que estaba prisioneros en San Luis, fueron muertos durante un intento de fuga.
En 1820, siendo Jefe del Primer Batallón “Cazadores de los Andes”, el teniente coronel SEVERO GARCÍA DE SEQUEIRA, luego de salir en defensa del gobernador de San Juan, JOSÉ IGNACIO DE LA ROSA, fue salvajemente muerto a sablazos, junto con el mayor LUCIO SALVADORES y los capitanes BOSSO, FUENTES y BENAVENTE, por el jefe de una partida de sediciosos, al mando del capitán MARIANO MENDIZÁBAL.
En 1821, un escuadrón de lanceros del Perú, fue sorprendido y desecho en “Chunchonga” (08/04/1821) por tropas del general realista CANTERAC, quien luego de su victoria ordenó “quintear” y fusilar a los oficiales del Batallón Numancia que cayeron prisioneros, es decir, pasar por las armas a uno de cada cinco de sus prisioneros.
En 1821, Francisco RAMÍREZ, luego de ser derrotado en la provincia de Córdoba, en el combate del Chañar Viejo, o Río Seco (10/07/1821), fue perseguido por una partida de federales de las fuerzas de ESTANISLAO LÓPEZ que iba al mando de JUAN LUIS ORREGO y cuando lo alcanzaron en proximidades de la Villa María del Río Seco, fue lanceado y después rematado con un tiro. Le cortaron la cabeza y se la enviaron a LÓPEZ, quien la hizo embalsamar y la exhibió durante un tiempo en una jaula de hierro.
En 1821, JOSÉ MIGUEL CARRERA, luego de ser derrotado en Punta Médanos (30/08/1821), fue tomado prisionero y fusilado en la plaza de la ciudad de Mendoza por orden del gobernador de esa provincia, TOMÁS GODOY CRUZ. Su cabeza fue cortada y expuesta en la plaza de Mendoza; su brazo derecho fue enviado al Gobernador de Córdoba y el izquierdo a la provincia de San Juan para que fueran exhibidos, para escarmiento de quienes deseen transitar el camino del desorden y la violencia y según dijera VICENTE FIDEL LÓPEZ “para memoria de la posteridad y escarmiento de otros desnaturalizados que quisieran imitarlos”.
El 7 de febrero de 1824, el soldado ANTONIO RUÍZ, conocido por la Historia como “el negro Falucho”, fue asesinado por sus compañeros de armas en las casamatas del Callao, por negarse a rendir honores a la bandera española que éstos, habiéndose sublevado contra sus jefes, habían facilitado que las mismas volviesen al poder de los realistas.
El 28 de enero de 1825, ya entrada la noche, pocos meses después de su regreso a Perú, acompañando al Libertador general SAN MARTÍN, el doctor BERNARDO DE MONTEAGUDO, patriota, pensador y sagaz político, muere asesinado en las calles de Lima por dos hombres llamados CANDELARIO ESPINOSA y RAMÓN MOREIRA y aunque se sabía que era un crimen por encargo, jamás se logró develar el nombre del que lo ordenó.
La muerte de MONTEAGUDO, que ha quedado envuelta en el misterio, fue atribuida por unos, a una venganza particular, mientras que otros, los más, la creyeron originada en resentimientos políticos.
En 1829, luego de ser derrotado en el Combate de Las Palmitas (Junín, 17/02/1829), por fuerzas del general JUAN GALO DE LAVALLE, el mayor MANUEL MESA fue tomado prisionero y después de ser juzgado como malhechor fue fusilado el día 11 del mismo mes en la plaza del Retiro.
El 22 de septiembre de 1829, las tropas al mando del fraile y general JOSÉ FÉLIX ALDAO derrotaron a AGUSTÍN MOYANO quien, apoyado por FRANCISCO NARCISO LAPRIDA, había liderado en Mendoza una revolución unitaria, luego de lo cual, LAPRIDA fue tomado prisionero y luego degollado.
El 4 de junio de 1830, cuando recién amanecía este día, el mariscal Antonio JOSÉ DE SUCRE, figura relevante de las luchas por la Independencia argentina y héroe de la independencia americana, es emboscado por tres mercenarios pagados por sus enemigos y lo asesinaron a balazos en Berrucos, en viaje de regreso desde Bogotá hacia Quito. El general cayó herido de muerte con impactos en el pecho, la cabeza y la espalda, mientras sus asesinos huían amparándose en la oscuridad reinante
En 1830, cuando las tropas unitarias comandadas por JOSÉ VIDELA CASTILLO enviadas por el general JOSÉ MARÍA PAZ invadieron la provincia de Mendoza, el doctor JUAN AGUSTÍN MAZA buscó refugio con otros federales en la tribu del cacique araucano COLETO, a quien creían su amigo. Sin embargo, el 11 de junio de 1830, los aborígenes, cumpliendo órdenes de los hermanos PINCHEIRA los asesinaron a lanzazos en El Chancay, próximo al Fortín Malargüe, unos 400 kilómetros al sur de la Villa de Mendoza.
En 1831, el coronel LUIS VIDELA, gobernador de San Luis, el teniente coronel D. N. CARBONEL, el teniente coronel LUIS MONTENEGRO y su hijo de catorce años, el teniente coronel CAMPERO, el teniente coronel TARRAGONA, el sargento mayor CUEVAS, el sargento mayor CUELLO y el sargento mayor CUADRAS, fueron fusilados en la Plaza de San Nicolás, acusados de conspirar contra JUAN MANUEL DE ROSAS.
En 1834, después de haber sido vencido y herido en la batalla de Castañares (13/12/1834), el Gobernador LATORRE y el comandante de Guachipas, coronel JOSÉ MANUEL AGUILAR, fueron tomados prisioneros y el 29 de ese mes, fueron asesinados por la tropa encargada de su custodia.
En 1839, luego de la derrota que sufriera en la batalla de Pago Largo (28/03/839), el capitán JUSTINO SILVA, conminó al vencido Gobernador de Corrientes BERÓN DE ASTRADA huir del campo de batalla para ponerse a salvo, pero éste le contestó: “Salvaos vosotros; yo vine a vencer o a morir”.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, cuando lo alcanzó un grupo de jinetes contrarios que cubrieron su cuerpo a lanzazos.
En el campo de batalla de Pago Largo quedaron tendidos dos mil correntinos; todos los que cayeron prisioneros, cerca de 800 combatientes, por orden de URQUIZA, fueron también sacrificados. Luego del combate, del cuerpo de BERÓN DE ASTRADA se sacó una lonja de piel para manea (al uso de los salvajes en sus guerras).
Asegura la tradición, que confeccionada la manea, le fue regalada al general URQUIZA. “Muchos la vieron y afirman que su dueño la conservó cómo un recuerdo glorioso de aquel espantoso día de barbarie y sin igual carnicería”.
En 1839, derrotado en la batalla de Chascomús (07/11/1839), el coronel PEDRO CASTELLI, Jefe militar de la «Revolución de los hacendados» que el 29 de octubre de ese año, había intentado derrocar a JUAN MANUEL DE ROSAS, fue tomado prisionero y luego degollado por el miliciano federal JUAN DURÁN y su cabeza expuesta en la plaza de Dolores.
En 1839, el comandante PATRICIO MACIEL, junto con el alférez RAMÓN ESPÍNDOLA, fueron fusilados al día siguiente de ser vencidos en el combate de Bacacuá (22/11/1839)
En 1840, el coronel MARIO VERA vencido en el combate de Cayastá (26(03/1840), por las fuerzas federales al mando l general JUAN PABLO LÓPZ, murió cubierto de heridas de lanza, igual que su Escribiente JOSÉ PINO.
El parte sobre la muerte del coronel VERA comunicado a JUAN MANUEL DE ROSAS, está escrito por su propio hermano, CALIXTO VERA, que dijo:
“El infrascripto tiene la grata satisfacción de participar a vuestra excelencia agitado de las más dulces emociones que el infame caudillo MARIANO VERA, cuyo nombre pasará maldecido de generación en generación, quedó muerto en el campo de batalla, cubierto de lanzazos».
«Felicito a vuestra excelencia y a toda ése benemérita provincia, igualmente que a toda la Confederación Argentina, por tan insigne triunfo, en el que hemos recogido los laureles de la victoria tanto más frondosos cuanto que han sido empapados en la sangre de los sacrílegos unitarios».
En 1841, el general fraile JOSÉ FÉLIX ALDAO, había sido enviada por JUAN MANUEL DE ROSAS, en persecución de las fuerzas unitarias. Llegado a las proximidades de la Posta de la Cabra, provincia de San Juan, alcanzó a los efectivos que iban al mando del coronel MARIANO ACHA y luego de derrotarlo en el Combate de La Charilla (16/09/1841), ordena su inmediata ejecución. Luego de muerto, la cabeza de ACHA fue colocada en una pica y clavada a la vera del camino, como un mensaje macabro para el general ÁNGEL PACHECO que debía pasar con sus tropas por ese lugar.
En 1841, luego de la batalla de Famaillá (19/09/1841), donde el jefe unitario JUAN GALO DE LAVALLE, sufrió su última y definitiva derrota, su segundo, MARCO M. AVELLANEDA, que había logrado escapar de la matanza que le sucedió al combate, fue apresado poco después y murió a causa de las torturas a las que fue sometido.
En 1841, el gobernador unitario de Catamarca MARCELINO AUGIER, luego de ser derrocado por MARIANO MAZA escapó y se refugió en una cueva de la Sierra de Ambato, pero fue capturado por las fuerzas de MAZA y unos días más tarde, el 4 de noviembre de 1841, fue degollado. Su cabeza fue exhibida al público como escarmiento.
En 1841, MARIANO MAZA, un militar argentino que luchó en el ejército de Juan Manuel de Rosas y se destacó como el más sanguinario de sus oficiales fue el responsable de la muerte de los gobernadores JOSÉ CUBAS y MARCO AVELLANEDA.
En 1852, el coronel MARTÍN ISIDORO DE SANTA COLOMA Y LEZICA, que combatió junto a JUAN MANUEL DE ROSAS durante la batalla de Caseros, mientras estaba detenido, luego de ser vencido, fue degollado en su celda por sus captores.
En 1861, después de la Batalla de Pavón (17/09/1861), el interior del país quedó abierto a los unitarios. El CHACHO PEÑALOZA, después de tratar infructuosamente de mediar entre unitarios y federales en el norte, se unió con el gobernador de Tucumán para continuar la lucha y sus fuerzas fueron derrotadas en la Batalla de Los Llanos de La Rioja (11/03/1862), por efectivos unitarios al mando del coronel AMBROSIO SANDES.
Los oficiales derrotados, como sucedió luego en todos esos enfrentamientos que se produjeron en la región andina, fueron fusilados, mientras muchos soldados eran torturados y degollados. La represión increíblemente feroz, hizo que los federales se obstinaran aún más y la violencia se hizo costumbre.
El mismo DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO dijo al respecto «Si Sandes mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición, que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.
En 1842, luego de ser vencido en la batalla de Nogoyá (04/02/1842), general JUAN APÓSTOL MARTÍNEZ fue degollado y luego decapitado, por orden de su vencedor, el general MANUEL ORIBE.
En 1842, el sacerdote de la Orden de los Franciscanos FRANCISCO SOLANO CABRERA, fue apresado por orden de JUAN MANUEL DE ROSAS Y después de haber padecido indecibles torturas, pues estando aún en vida le desollaron la corona y las manos, fue brutalmente degollado por la partida que lo había apresado.
En 1852, el Cirujano y Profesor de medicina, CLAUDI MAMERTO CUENCA, fue asesinado por el mercenario español JOSÉ PONS OJEDA, que estando bajo las órdenes de JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, irrumpiendo en el hospital de campaña donde el doctor CUENCA estaba atendiendo a los heridos durante la batalla de Caseros (2 de febrero de 1852), lo atacó a sablazos, enfurecido porque estaba ocupando su tiempo en salvarle la vida a un soldado que había combatido integrando las fuerzas de JUAN MANUEL DE ROSAS.
En 1852, el doctor PEDRO LEÓN GALLO, funcionario del gobernador de Santiago del Estero, MAURO CARRANZA, huyó cuando éste fue depuesto por las fuerzas de MANUEL TABOADA, pero fue perseguido y pronto tomado prisionero. Cruelmente torturado, hasta que debido a su estado, fue puesto en libertad, su cuerpo y su espíritu no pudieron superar lo sufrido y falleció el 7 de febrero de 1852.
En 1861, durante la confrontación de Buenos Aires con el resto de las provincias que integraban la Confederación Argentina liderada por JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, el general oriental VENANCIO FLORES, al frente de los efectivos porteños liderados por BARTOLOMÉ MITRE, derrotó en la Cañada de Gómez, actual Departamento Iriondo de la provincia de Santa Fe, al general BENJAMÍN VIRASORO comandante de las fuerzas de JUSTO JOSÉ DE URQUIZA.
Luego del combate, gran cantidad de hombres de las fuerzas derrotadas, fueron “invitados a incorporarse a las fuerzas de los vencedores” y según dirá luego el general JUAN ANDRÉS GELLY y OBES, Ministro de Guerra del presidente MITRE y participante en ese encuentro, “FLORES pasó a degüello a los más reacios, e incorporó a los demás efectivos de los derrotados”, agregando luego: “No se había visto nunca tanta violencia en nuestras guerras civiles, que no se distinguieron precisamente por su lenidad; pero esta ocupación porteña del interior colma la medida”.
En la noche del 22 de noviembre de 1861, mientras las tropas federales que comandaba el coronel BENJAMÍN VIRASORO, descansaban en su marcha hacia Córdoba, después e ser vencidas en Pavón, fueron atacadas sorpresivamente por las fuerzas que al mando del unitario VENANCIO FLORES las perseguían y 300 soldados, la mayoría sin tener tiempo para salir de sus carpas, fueron degollados.
Sobre este hecho, JUAN ANDRÉS GELLY Y OBES, Ministro de Guerra del Presidente MITRE, dijo que el suceso de la Cañada de Gómez es uno de esos hechos de armas que aterrorizan al vencedor.
En 1863, luego de vencerlo en la batalla de Caucete (30/10(1863), el comandante PABLO IRRAZÁBAL persiguió a VICENTE PEÑALOZA hasta Los Llanos, pero mientras lo buscaban PEÑALOZA se rindió al comandante RICARDO VERA en Loma Blanca en, paraje aledaño al pueblo de Olta, entregándole su puñal, la última arma que le quedaba. Una hora más tarde llegó IRRAZÁBAL y de forma vengativa lo asesinó con su lanza, y a continuación hizo que sus soldados lo acribillaran a balazos. La cabeza del CHACHO PEÑALOZA fue cortada y clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta en presencia de su familia.
Una de sus orejas presidió por mucho las reuniones de la clase “civilizada” de San Juan. Su esposa, VICTORIA ROMERO, fue obligada a barrer la plaza mayor de la ciudad de San Juan, atada con cadenas.
Al conocer la noticia, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO le escribió al presidente BARTOLOMÉ MITRE: “No se qué pensaran de la ejecución del Chacho, pero yo, inspirado en los hombres pacíficos y honrados, he aplaudido la medida precisamente por su forma, sin cortarle la cabeza al inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado ni en seis meses”.
En 1865, pese a la heroica resistencia de los paraguayos en la batalla de Yatay (17/08/1865), fueron completamente destrozados por efectivos de la Triple Alianza al mando del general uruguayo VENANCIO FLORES. La mitad de los paraguayos murieron en combate y todo el resto – salvo unos 100 hombres que cruzaron el río Uruguay a nado – fueron tomados prisioneros.
Entre los prisioneros, FLORES encontró varias decenas de soldados uruguayos, partidarios del Partido Blanco que se habían refugiado en el Paraguay, a los que hizo fusilar como traidores a la patria y muchos soldados paraguayos fueron obligados a tomar las armas contra su propio país, reemplazando las bajas producidas en las divisiones aliadas, especialmente las orientales.
En 1865, el coronel LEANDRO GÓMEZ (José María Leandro Gómez Calvo), heroico defensor de Paysandú (episodio que se considera el origen de la guerra con Paraguay), fue tomado prisionero luego de que con lo que quedaba de su tropa, no podía seguir defendiendo la ciudad de Paysandú ante el ataque de las fuerzas brasileñas que comandaba el general uruguayo VENANCIO FLORES y a pesar de habérsele garantizado la vida a él y a sus hombres, fue fusilado en medio de la calle junto con todos sus oficiales, en cumplimiento de una orden dada por el general GREGORIO SUÁREZ.
Luego un desalmado adicto a las fuerzas de FLORES arrancó la larga barba del cadáver y con ella, durante varios días, oficiales vencedores la utilizaron como trofeo de guerra y como objeto de burla.
En 1867, durante la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, momentos antes de comenzar la batalla de Lomas Valentinas (21/12/1868), el coronel paraguayo HILARIO MARCÓ, por órdenes de SOLANO LÓPEZ hizo ejecutar en inmediaciones del Potrero Mármol a numerosos prisioneros, investigados por supuestas conspiraciones para derrocar a LÓPEZ y concertar la paz.
Entre los ejecutados esa jornada y en el curso de las llamadas «matanzas de San Fernando» que costaron la vida a cientos de prisioneros se encontraban Benigno López, hermano del Mariscal y exsecretario; José Bergés y Gumersindo Bruguez, exministros de Relaciones Exteriores; el general José María Bruguez; el general Vicente Barrios, exministro de Guerra y Marina y cuñado de López; el coronel Manuel Núñez, el coronel Paulino Alen Benítez; el sargento mayor Vicente Mora, el obispo de Paraguay Manuel Antonio Palacios; el deán Eugenio Bogado, el presbítero Vicente Bazán, el sacerdote Juan Bautista Zalduondo; Carlos Riveros; Saturnino Bedoya, cuñado también de López; Gaspar López; Juliana Insfrán de Martínez, esposa del coronel Francisco Martínez, defensor de Humaitá, fusilada por la espalda como “traidora a la patria y al Supremo Gobierno»; Dolores Recalde; María de Jesús Egusquiza Quevedo; el cónsul portugués José María Leite Pereira; el dirigente del Partido Blanco del Uruguay, Antonio de las Carreras; el exsecretario de la Legación uruguaya Francisco Rodríguez Larreta; el capitán italiano Simón Fidanza.
En 1868, luego de un feroz combate, librado durante la guerra con Paraguay en Acayuasá (18 de julio de 1868), el coronel MARTÍNEZ DE HOZ y 64 de sus hombres que integraban las fuerzas de la Triple Alianza, murieron en combate, mientras que su segundo, el comandante GASPAR CAMPOS, junto con 30 hombres fueron hechos prisioneros y todos ellos murieron semanas después, debido a la dureza de la prisión que se les impuso.
En 1868, durante la guerra con Paraguay, 20.000 soldados de Brasil al mando del CONDE D’EU, se enfrentaron en la batalla de Acosta Ñú (16/08/1868), 500 veteranos y 3.500 niños paraguayos de entre 11y 16 años, protagonizando una acción, que a partir de entonces avergüenza a sus protagonistas y sembró de eterno dolor, al pueblo paraguayo.
Luego de vencerlos, el conde D’ EU ordenó que el resto del campo fuese incendiado y que se matara a los soldados heridos y familiares que ya se habían rendido y a otros que intentaban socorrerlos, protagonizando así un genocidio sin precedentes para la época.
En 1871, ANACLETO MEDINA, militar uruguayo que actuó en las filas de Francisco Ramírez, fue cruelmente torturado y falleció a consecuencia de ello a los 83 años de edad, luego de ser vencido en la batalla de Manantiales (17/07/1871), actual Departamento Colonia, República Oriental del Uruguay.
En 1873, luego de vencer al caudillo entrerriano RICARDO LÓPEZ JORDÁN (hijo) en la batalla de Don Gonzalo (00/12/1873), el jefe vencedor, el coronel JUAN AYALA, ordenó una tenaz persecución, obligando a los rebeldes a arrojarse al arroyo, pereciendo ahogados unos 300 hombres. El teniente SATURNINO GARCÍA, participante en esta batalla, informó luego que el coronel AYALA, terminada la lucha, ordenó el fusilamiento inmediato de los sobrevivientes que fueran apresados, luego de ser rescatados de las aguas.
En 1874, el cacique CIPRIANO CATRIEL, nieto de JUAN CATRIEL y cacique principal de la dinastía de los Catriel, que mantenía leales y respetuosas relaciones de paz con los criollos, fue asesinado por su hermano JUAN JOSÉ por oponerse a los métodos que empleaba éste, en su resistencia al avance del hombre blanco en la frontera sur el país.
En 1874, el general ARREDONDO manda matar al general TEÓFILO IWANOWSKI, considerándolo un escollo para la marcha de la revolución que MITRE había lanzado contra el gobierno de Sarmiento (ver Asesinato del general Iwanowski).
Seguramente debe de haber habido muchos más casos. Los buscaremos y los iremos incorporando a esta nota para que comprendamos que la violencia, no es patrimonio de los argentinos, de los uruguayos, brasileños o paraguayos. Es algo innato al ser humano (2), y que frente a una inmensa mayoría de seres humanos inspirados por el respeto hacia sus semejantes, a sus ideas, costumbres y opiniones, coexisten y han coexistido desde nuestros orígenes, algunos personajes que carentes de escrúpulos, cimentan en la violencia su pretendido y autoadjudicado derecho de supremacía
(1). También Sarmiento, cuya condición de vocero implacable del porteñismo le ganaría el apodo de “profeta de la Pampa” —a pesar de que había nacido en los Andes sanjuaninos—, confirmaría en 1866, en un discurso ante el Senado, el clivaje social de las guerras civiles: “Cuando decimos ‘pueblo’ entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Somos gentes decentes. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues no ha de verse en nuestra Cámara ni gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patriota”. Eran los unitarios de siempre que por entonces se habían rebautizado “liberales”, aunque su similitud con los liberales europeos se agotaba en el plano económico, por cuanto en el terreno político fueron violentos y tiránicos (“Caudillos federales”, Mario O’Donell, Buenos Aires, 2008).
(2). Y aunque escapa al ámbito de la Historia Argentina, que es el tema de nuestra página, pero para graficar que la crueldad no fue solo patrimonio nefasto de algunos de nuestros protagonistas de esa historia, transcribimos a continuación, algunos datos conmovedores que exponen la triste realidad de la crueldad del ser humano:
Atila hiso degollar once mil vírgenes y murió de una abundante hemorragia nasal; El tirano Ecolino hizo castrar a los niños, corromper las vírgenes, cortar los senos a las matronas y abrir los vientres de las embarazadas. Herido por soldados de Martin Turiano, se desgarró la herida hasta morir bramando de ira y dolor;
El siciliano Procopio se hizo emperador en Constantinopla y traicionó a sus mismos capitanes. Estos lo entregaron a Valente, quien hizo doblar dos árboles hasta el suelo, ató en uno de ellos una pierna de Procopio y la otra en el otro árbol y al soltarlos, consiguió que Procopio muriera despedazado;
El emperador romano Tiberio envenenó a Calígula, su sobrino. Otros dicen que lo mató ahogándolo con una almohada; Agripina, madre de Nerón, envenenó a Claudio Drusio; Heliogábalo, hijo de Caracalla, perseguído por sus soldados pretorianos, se ocultó en un retrete. Pero sus soldados lo sacaron de allí, arrastrándolo, lo echaron en un conducto hediondo, lo volvieron a sacar y lo arrastraron como un perro por las calles de Roma. Después, ataron grandes piedras a su cuerpo y lo arrojaron al rio Tiber, para que nunca tuviera sepultura;
El cruel Sila murió comido por los piojos; Aníbal hizo hacer un puente con los cadáveres de sus enemigos, para que cobre él pasase su ejército. Desterrado y perseguido, se envenenó; Herodes, que hizo derramar tanta sangre de inocentes, viéndose con el cuerpo lleno de heridas, y comido por los gusanos, se degolló;
Poncio Pilotos, abandonado y execrado por sus pares, después de permitir la muerte de Jesucristo, se suicidó; Valeriano, emperador de Roma, después de ser vencido y apresado por Sapot, rey de Persia, ya de viejo, era obligado a poner el cuello debajo del pie de su vencedor, cada vez que éste debía subir a caballo. Por fin, Sapor le hizo sacar los ojos y después lo hizo desollar vivo; Alboino, rey de los Longobardos, tomó preso al rey Cunimundo, lo hizo matar y convirtió a la calavera de éste en un tazón para beber;
Fuentes consultadas: ”Historia de los pueblos de América”, Buenos Aires, Editorial Plaza & Janés, 1981; “Archivo del Brig. Gral. Nazario Benavídez”, Héctor Arias y Margarita Ferrá de Bartol; “Batallas entre hermanos”, Pablo Camogli, Buenos Aires, 2009: “Campañas militares argentinas”, Isidoro J. Ruiz Moreno, Tomos I y II, Ed. Emecé, Buenos Aires, 2004-2006; “Crónicas Militares”, editado por el Ministerio de Guerra, 1924; “Degollados y decapitados”, Juan Méndez Avellaneda, Revista Todo es Historia, Nº 290; “Historia argentina”, José Luis Busaniche,. Ed. Solar, Buenos Aires, 1969; “La época de Rosas”, Ernesto Quesada, Ed. del Restaurador, Buenos Aires, 1950; Google., Hemeroteca particular.