COPLAS DE LA GUERRA GAUCHA (1814)

Los patriotas han sido derrotados en Vilcapugio y Ajohuma. Pezuela ocupa Jujuy y Salta. Envía comisiones requisadoras  para superar la escasez de provisiones y doblegar la ubicua hostilidad del ambiente que lo rodea. Los ganados son exigidoscomo tributo de güerra. Las  prósperas fincas del valle de Lerma son apetitoso  objetivo. No falta algún renegado que facilite estos arreos. Según la tradición, uno fue Domiciano Castro, vecino de Cerrillos: “hombre muy farrista, calavera y enamorado”. En aquellos días, el general San Martín reorganizaba el ejército del norte en Tucumán y alentaba la guerra de recursos que se insinuaba por espontánea decisión de los paisanos y estancieros  sálteños. Eran los  prolegómenos de la famosa  “guerra gaucha” que adquiriría dimensiones de epopeya con la inspiración y el mando  del general Güemes.

Un cantar anónimo,  cuenta s pormenores de uno de los episodios, en los que el pueblo mismo se organizó a su modo para hostigar enemigo y escarmentar a los traidores. Se conocen tres versiones documentadas por JUAN ALFONSO CARRIZO y OLGA  FERNÁNDEZ LATOUR y seleccionando sólo algunas estrofas significativas, se puede tener una idea del relato que en ellas se hace de los hechos producidos en esas tierras y que conservados oralmente, han llegado hasta nuestros días, especialmente en las provincias de Salta y Jujuy:

Nos detendremos en una de estas versiones, la que  se refiere a los que colaboraban con el enemigo español ya que los realistas contaban con la colaboración de collas del Alto Perú, para planificar sus operaciones. A estos “traidores”, el pueblo les endilgó el apodó peyorativo de cuícos”, nombre de una avispa de color oscuro, abundante en esa región y la copla donde se los fustiga, dice así:

“Atiendan, señores míos, ya que creer no es mucho gasto,
lo que le ha pasado un día a don Domiciano Castro.
El no ha seguido a la patria y, por causa del amor,
donde lo agarran los cuícos lo ponen de proveedor.
“Estancia en la que él entraba no deja vaca con leche,
todo pa’ que se mantenga la gente de Goyeneche”.

Como hasta las mujeres, a su modo,  resistían al invasor; ya sea enfrentándose con ellos en combate, armando emboscadas, o abandonando sus hogares llevando todo lo que pudiera serle útil al invasor, y ocultándose en la espesura de los montes y en lo intrincado de los cerros, para continuar el hostigamiento por todos los medios a su alcance, la Copla seguía diciendo:

“A la sala ‘l Carbajal no le han quedado ni perros
porque criadas y señoras, todas han ganao los cerros”.

La «Sala» era la casa principal de una finca o estancia norteñay hacia allí van  los paisanos a comunicar su propósito al patrón. Decididos a castigar al traidor, los paisanos se dirigían a la casa del patrón y en la sala de la finca o estancia, le comunicaban sus planes:

«Aqui venimos, señor, porque la cosa anda mal,
al perro de Domiciano lo vamos a fusilar. 

Y después de discutir y acordar el plan::

«Convencidos ya del todo, luego fueron a montar,
Pasadito ‘l media noche lo vamos a ir a asaltar.
Mientras tanto, Domiciano,
que con su amor solo estaba,
no pensaba que la muerte a sus puertas se acercaba”.

Y como es frecuente en cantares y romances, aparece la reflexión moral, la enseñanza inculcada por la experiencia  y aplicable a la conducta.

“Este perro enamorado nunca se solía acordar
que las cosas con el tiempo se le debían de acabar”

El relato cobra vivacidad, parece hacerse actúal medíante el diálogo y si detalle realista y desenfadado:

“Ya le tocaron la puerta y quedaron sin consuelo.
Abra, señora, la puerta antes que la echen al suelo.
Ya lo sacaron tirando, ella clama con razones:
Espérense pues, señores, que se ponga los calzones.

Y con los versos de la última cuarteta podemos también decir

«Aquí se acaba la historia
de este perro uñas de gato.»

que, como otros prisioneros, tomados en esta campaña singular, a la vez colectiva y anónima, fue enviado al campamento de la Ciudadela, donde el futuro Libertador, velaba sus armas.

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