ESTECO Y LA LEYENDA DE LA MUJER DE PIEDRA

Esteco, la ciudad desaparecida
Esteco, era una ciudad que había sido fundada hacia el año 1566, cuando a raíz de un motín contra Francisco de Aguirre, el gobernador del Tucumán, un grupo de los sublevados, decide fundar una nueva villa en el límite sur de Salta, a la que llamarán Cáceres, a pocos kilómetros de Santiago del Estero, lugar donde residían (1).

La villa comenzó a prosperar y muchos de los vecinos de Santiago del Estero se retiraron hacia este nuevo poblado y el 15 de agosto de 1567, la corona española decide oficializar su fundación, otorgándole el nombre de “Nuestra Señora de Talavera”. Pero esa primera Esteco, poblada por una minoría de españoles y una mayoría amerindia (tocontés, lules y matarás), entró en decadencia por la merma de su actividad comercial y la persistencia de los conflictos creados por la inhumana explotación del trabajo indígena y fue abandonada.

Fue entonces que el 8 de noviembre de 1609, se fundó “la segunda Esteco” con el nombre de “Nuestra Señora de Talavera de Madrid” (1), una ciudad que siguió llamándose Esteco por sus pobladores y que según los registros oficiales, fue la ciudad más rica y poderosa del norte argentino.

Ocupaba tierras muy fértiles y gozaba los beneficios de una excelente producción de algodón y de la calidad de sus industrias textiles, lo que le garantizaba una intensa y provechosa actividad comercial. Sus habitantes no tenían entonces, de qué preocuparse y se dieron a una vida.

Inmersos en el vicio y el derroche de los bienes que la fortuna les había dado, vivían en la opulencia una vida licenciosa e irresponsable, luciendo orgullosos sus joyas y sus ricos vestidos”. Viviendo solamente para el placer y la vanidad, inmersos en el vicio y el derroche de los bienes que la fortuna les había dado, olvidaron, las lecciones que hablando del amor por sus semejantes, la solidaridad y la austeridad, les habían dado sus padres, La codicia y el egoísmo se apoderó entonces de sus corazones y perdieron todo rasgo de amor por sus semejantes, despreciando a los pobres y maltratando a los esclavos.

Así estaban las cosas, cuando un día, llegó a Esteco un extraño personaje. Era un anciano que llevaba una desprolija y larga barba, poco cabello y mirada muy severa. Iba vestido con ropas muy humildes y desgastadas y tenía ampollas en los pies y heridas en las manos, productos evidentes de su largo peregrinar. Se paseaba de puerta en puerta pidiendo asilo y comida, mientras predicaba la Fe en Cristo. Visitó todas las casas del pueblo, pero los vecinos hicieron oídos sordos a sus pedidos. Algunos lo escuchaban por curiosidad, otros con cierto temor, pero la mayoría se burlaba de él y hasta inventaban bromas para mofarse del castigo que anunciaba el anciano.

Ya desalentado, un día, en sus recorridas, llegó a una casa muy humilde en las afueras de la ciudad. Allí vivían un español con su mujer, aborigen y una hija llamada Milagro y allí fue donde encontró el refugio que buscaba; le dieron albergue y lo alimentaron con la que quizás, haya sido la última gallina que les quedaba.

Esa misma noche, decepcionado por el escaso efecto que producían sus palabras a ese disoluto y desviado pueblo, les habló a los miembros de esa familia que lo había acogido en su hogar y los alertó ante la proximidad de un fuerte temblor que asolaría la ciudad, como castigo divino por sus pecados. Les sugirió que se alejaran de Esteco y que cuando lo hicieran, no se dieran vuelta por más curiosidad que les provocara escuchar gritos, clamores y lamentos detrás de ellos.

La noche del 13 de setiembre de 1609, tal como el anciano había predicho, un trueno estremecedor anunció la catástrofe. La tierra se abrió y el fuego surgía en todas partes, mientras casas y habitantes se hundían en aquel abismo. Todo Esteco se vió sacudido por un fuerte temblor que derribó casas y provocó muchos heridos y once muertes.

Él matrimonio que había auxiliado al peregrino, recordando sus palabras, comenzó a alejarse del pueblo, buscando su salvación de tanto desastre, pero la mujer, desoyendo las recomendaciones del anciano, se dio vuelta para mirar lo que ocurría y en ese mismo instante, quedo petrificada, transformada en una estatua eternamente inmóvil.

La leyenda dice que la mujer de piedra, al día de hoy carga a su hija y camina lenta pero segura hacia la capital salteña, avanzando un centímetro por año, llevando sismos a su paso.

(1). La primera Esteco estaba localizada a unos tres kilómetros al Este de “El Vencido”, a unos 30 kilómetros al oeste de “El Quebrachal”, en la ribera oriental del río Salado, actual provincia de Salta. Luego de haber sido abandonada por su decadencia y el 8 de noviembre de 1609, se fundó la “segunda Esteco” o “Nuestra Señora de Talavera de Madrid”, también en tierras de la actual provincia de Salta, conocidas como “Campo Azul”, ubicadas a orillas del río Salado, entre Metán y el río Piedras.

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