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SANTOS POPULARES Y “SANTOS” CONSAGRADOS POR EL PUEBLO EN LA ARGENTINA
SANTOS POPULARES
San Cayetano
San Cayetano de Thiene nació en Vicenza, Italia a mediados del siglo XV. Hijo de padres pertenecientes a la nobleza italiana, se consagró al sacerdocio a los 36 años. Desde entonces hasta su muerte, ocurrida el 7 de agosto de 1547, desarrolló un intenso apostolado cuidando a los enfermos y menesterosos, para quienes fundó un Hospital y hasta un Banco populares.
Hasta aquí la verdad histórica que se refiere a un verdadero santo que venera la cristiandad. A partir de ahora, la leyenda, la creencia popular que nos permite incluir su nombre en esta lista.
Cuando Buenos Aires era aún la Gran Aldea, ya había una Capillita con la imagen de San Cayetano, en el mismo lugar que hoy ocupa la Iglesia consagrada a él y cuenta la leyenda, que una mañana llegó a esta capillita, un paisano a caballo, que bajó de su montado y entró a ella, donde se reclinó para rezar profundamente concentrado.
Se supo que le había pedido trabajo al santo, porque estaba pasando él y su familia por verdaderas penurias, ocasionadas por una larga sequía que había llevado la muerte a sus sembrados.
Al retirarse, dejó ante el altar, una simple espiga de trigo (era lo único que tenía) como ofrenda y cuenta la leyenda que ya estaba llegando a su campo, cuando una lluvia torrencial se abatió sobre el mismo, haciendo reverdecer su trigal, que milagrosamente lucía lozano y ya maduro.
A partir de entonces, en todo el país, los 7 de agosto de cada año, miles de feligreses, llevando como símbolo de paz y de esperanza, una espiga de trigo, visitan el templo de San Cayetano, con la esperanza de que se repita el milagro y obtengan el trabajo que los salvará de las angustias de la pobreza.
San Expedito
San Expedito fue un comandante de las legiones romanas, que tuvo a su cargo miles de hombres y sirvió al emperador Diocleciano, entre los siglos III y IV.
Según la tradición, un día del año 303 tuvo la revelación de que debía ser cristiano, algo que en esa época era penado con la muerte. Sin embargo, su convicción era fuerte y estaba determinado a hacerlo.
El relato cuenta que, en ese momento, el diablo se le apareció en la forma de un cuervo y le dijo: “Cras, cras, cras”, que en latín significa “mañana”. Sin embargo, el santo no aceptó esta dilación y, con un furioso impulso, aplastó al animal mientras respondía: “Hodie, hodie, hodie”, es decir, “hoy”, una palabra que suele aparecer en la cruz que el romano carga en sus representaciones. Por no haber postergado su conversión, se lo considera el patrono de las causas urgentes.
Las autoridades romanas lo declararon culpable de practicar el cristianismo y, luego de varios días de interrogatorio, lo ejecutaron el 19 de abril del año 303 d.C. en la ciudad de Melitene, sede de la provincia romana del mismo nombre, en la región turca de Capadocia.
San Expedito es considerado como el “patrono de las causas urgentes e imposibles, protector de los jóvenes, de los enfermos y auxilio en los problemas de familia, laborales y de negocios, socorro de los estudiantes y mediador en los procesos y juicios.
Si bien no figura en el Martirologio Romano que registra todos los santos oficiales de la Iglesia Católica, San Expedito es uno de los santos más convocante dentro del catolicismo.
Cada 19 de abril los católicos conmemoran el Día de San Expedito, siendo el punto de concentración de fieles más importante, el santuario de San Expedito, en la Parroquia de Nuestra Señora de Balvanera, en la ciudad de Buenos Aires, donde se congrega gran cantidad de fieles que acuden para pedir su intervención en algún problema que los aqueja.
San Antonio
Otro de los santos que gozan de la preferencia de los argentinos, más específicamente de las argentinas, es San Antonio, porque, además de ser el “patrono” de los pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros, se le atribuye el don de influir para que las niñas casaderas encuentren novio.
Dicen las mentas, que para contar con la ayuda del santo, hay que ponerlo cabeza abajo y rezarle una oración, conseguir 13 monedas regaladas, recitar unos versos “cabalísticos”, dar 13 vueltas a una Plaza o realizar alguna de las otras varias maniobras que se han hecho populares en todo el mundo
La historia cuenta que un joven llamado Leonardo pateó a su propia madre en un arrebato de ira. Arrepentido, confesó su error a San Antonio, quien le dijo: “El pie de aquel que patea a su propia madre merece ser cortado”. Leonardo corrió a casa y se amputó el pie. Enterado de esto, San Antonio tomó la extremidad cortada del joven y milagrosamente la volvió a unir a su cuerpo.
Su leyenda nació porque durante su vida ayudaba a las señoritas a conseguir una dote para poder casarse y así evitar la prostitución. A los 15 años de edad, ya formaba parte de los Canónigos reglares de San Agustín y a los 25 años, pasó a llamarse “Antonio”, poniéndose bajo la orden de los Franciscanos.
«SANTOS» CONSAGRADOS POR EL PUEBLO
Deolinda Correa
Protagonista de la leyenda de “la difunta Correa”, es un personaje mítico de nuestro país y detrás de su leyenda hay una conmovedora historia de amor y fidelidad.
La historia cuenta que, en 1841, mientras se vivían las luchas entre unitarios y federales, la joven Deolinda Correa estaba casada con Clemente Bustos, acababa de tener a su primer hijo y vivían en un humilde rancho en cercanías de Angaco, provincia de San Juan
Una tropa montonera, en marcha hacia La Rioja, pasó entonces por San Juan para robar víveres y reclutar hombres se llevaron, enrolado por la fuerza, a su marido. Deolinda quedó desamparada y el comisario del pueblo, aprovechó esta situación para acosar Deolinda.
Luego de varios días sin tener noticias de éste, se enteró que había caído prisionero de los unitarios y preocupada por la vida de su marido, presa de la angustia, salió a buscarlo, llevando en brazos a su pequeño hijo, un “chifle” con agua y unas pocas provisiones.
Siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan, pero se perdió y deambuló por los cerros hasta que llegó a Caucete, exhausta y deshidratada. Agotada su provisión de agua y alimentos que llevaba, los rigores del desierto que se atrevió a desafiar en busca de su marido, terminaron por minar sus fuerzas.
Estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y antes de poder llegar hasta un algarrobo que le prometía sombra y abrigo, la sed, el cansancio y el hambre la derrumbaron y allí quedó tendida, bajo el calcinante sol, aferrando aún entre sus pechos a la criatura, también desfalleciente
Dicen que antes de morir invocó a Dios para que salve a su pequeño hijo. Y el milagro se produjo. Tres días después, unos arrieros atraídos por el llanto de un niño, descubrieron el cadáver de Deolinda y al pequeño alimentándose de sus pechos, que milagrosamente todavía lo mantenían vivo. Los hombres dieron sepultura a la mujer en un paraje hoy conocido como “Vallecito” y se llevaron al niño.
Y allí habría terminado esta dolorosa historia si años más tarde, un arriero chileno llamado ZEBALLOS en un viaje de regreso a su país, a poco de pasar por el lugar donde se hallaba la tumba, vio que su arreo se dispersaba enloquecido por una violenta tormenta que se abatíó sobre esos campos.
Desesperado no sólo por la pérdida que ello significaba sino porque el hecho afectaba su nombradía con arriero, reclinado ante la tumba de DEOLINDA, prometió que si recuperaba el ganado, construiría allí una hermosa capilla para que se la honrara. Y otra vez se produjo el milagro. Al despuntar el nuevo día nuestro buen ZABALLOS encontró a su ganado, pastando apasiblemente en una quebrada, que lo había protegido de la tormenta
ZEBALLOS cumplió su promesa y a partir de entonces, la capilla que erigió sobre la actual ruta nacional 141, en proximidades de la localidad de “Vallecito”, Departamento Caucete, en la provincia de San Juan, se constituyó en lugar de culto.
Al conocerse esta historia, muchos paisanos de la zona comenzaron a peregrinar a su tumba, construyéndose con el tiempo un oratorio que paulatinamente se convirtió en un santuario. Allí es visitada cada año por miles de creyentes de todo el país, que llegan para pedir favores, cumplir promesas o agradecer por la ayuda o el milagro realizado.
Hoy en día mucha gente deja en el santuario de la difunta botellas con agua, deseando que «Nunca le falte agua a la Difunta» y los arrieros primero y luego los camioneros, han sido los principales difusores de la devoción a la difunta Correa, levantando en muchas rutas del país, modestos y rudimentarios altares con imágenes de la difunta, junto a los cuales dejan botellas de agua, con la creencia, de que podrán así, calmar la sed de la muerta.
Luego de su muerte, Deolinda se transformó en un objeto de culto y devoción. Como santa popular se le atribuyen numerosos milagros y la escritora María Rosa Lojo escribió un libro, algunos de cuyos párrafos, publicó el Diario La Nación en Internet con el título “Difunta Correa, la madre muerta que no dejó de amantar” y allí expone una teoría que quizás pueda llegar a responder qué fue lo que pasó luego con el hijo de Deolinda.
El “gauchito Gil”
Personaje de características míticas dentro del folclore nacional, importante figura religiosa y objeto de gran devoción popular en la Argentina. La leyenda del “Gauchito Gil”, tiene su fundamento histórico en el gaucho Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, de quien poco se sabe a ciencia cierta. Nació en Pay Ubre, cerca de Mercedes, en la provincia de Corrientes, alrededor de 1840 y fue ajusticiado el 8 de enero de 1878, a unos 8 kilómetros de la misma ciudad.
Hombre corajudo, este gaucho rural, se destacaba por su mirada penetrante, filosa, que destellaba como un cuchillo al sol. Era un Robin Hood correntino que robaba a los ricos y ayudaba a los pobres.
Tuvo un romance con la hija del comandante del lugar. y esto le hizo ganar el odio de los hermanos de la mujer, y del jefe de la policía local, quien también la había cortejado.
Como consecuencia del peligro que esto representaba, Antontio Gil dejó el área y se alistó para luchar en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Después de regresar, fue reclutado por el Partido Autonomista para pelear en la guerra civil correntina contra el opositor Partido Liberal, pero Gil desertó.
Debido a que la deserción era delito, una tarde, cuando regresaba a su rancho en Mercedes, después de pasar un tiempo en Paso de los Libres, Gil y quienes lo acompañaban, fueron rodeados por una partida de policías, que apuntándoles con sus armas, les ordenaron echarse cuerpo a tierra. No pudieron escapar y de inmediato los ataron de pies y manos a todos. A Gil lo colgaron de los pies, cabeza, debajo de un espinillo y lo degollaron.
Así, es como se cuenta la historia, que es ratificada por FEDERICO RAINERO en su libro “La Cruz Gil”, una obra donde se desarrolla la vida, penurias y milagros que se le atribuyen a este “santo popular.
Se dice que en esa oportunidad, antes de ser sumariamente ajusticiado, Gil le dijo al jefe de la partida: «Te digo algo compadre: cuando llegués a Mercedes, junto con la orden de mi perdón, te van a informar que tu hijo se está muriendo de mala enfermedad. Como vos vas a derramar sangre inocente, invocá mi nombre para que interceda ante Dios por la vida de tu hijo».
La partida llegó a Mercedes y el jefe del grupo, efectivamente, como se lo había presagiado Gil, recibió la noticia de que su hijo se estaba muriendo. Desesperado, el hombre hizo lo que le había dicho Gil, y entre sollozos, le pidió a su alma que salvara a su hijo.
Cuentan que milagrosamente el chico se curó enseguida y que el policía que había sido su verdugo, le dio al cuerpo de Gil un entierro apropiado y levantó una cruz en el lugar donde lo había degollado, dando así comienzo la leyenda del “gauchito Gil”.
Más tarde, las personas que se enteraron del milagro construyeron un santuario, que comenzó a ser visitado por una gran cantidad de creyentes. Actualmente, existen numerosos santuarios que veneran al Gauchito Gil a lo largo y ancho del país y es fácil reconocerlos, ya que resalta el color rojo de sus banderas y paredes.
Una costumbre impuesta por la tradición popular, dice que se debe de envolver con banderas rojas o pintar de rojo los santuarios que veneran al Gauchito Gil, debido a que ese, es el color que caracterizaba al Partido Autonomista en la provincia de Corrientes, agrupación política donde militaba Gil.
Juana Figueroa
Una “santa” consagrada por el fervor popular. El 21 de marzo de 1903, una mujer llamada Juana Figueroa fue asesinada por su esposo en la provincia de Salta y a partir de entonces, la imagen de Juana, transformada en «santa» por el fervor popular, se convirtió en objeto de culto, para muchísimos seguidores. Porqué, entre tantas tragedias cotidianas, una historia se vuelve leyenda y sus personajes desafían el olvido?. Pueden hallarse muchas respuestas, pero no siempre se encuentra una explicación racional.
Así es el caso de Juana Figueroa, una salteña nacida a fines del siglo XIX, de quien se afirma que era muy hermosa y que se había casado muy joven. La tradición no se pone de acuerdo sobre su perfil psicológico: mientras algunos la presentan como un modelo de honestidad y virtud, otros afirman que llevaba una vida licenciosa y bastante desordenada.
Existe también la versión de que, después de casarse, se enamoró de otro hombre y que mantuvo con éste, una relación adúltera y secreta. Pero todos coinciden en que su esposo sufría celos enfermizos y que con excusa o sin ella, la asesinó cerca del Puente Blanco, lugar que se encontraba entonces en las afueras de la ciudad de Salta
A partir de ese momento Juana se transformó en una especie de heroína popular, a la que los fieles rinden culto, tanto en sus hogares, en forma privada, como en el lugar donde se cometió el crimen, convertido en santuario y que actualmente se halla en la calle Sobremonte de dicha ciudad.
La veneración se extiende hasta su tumba en el cementerio local, donde, especialmente los lunes, los fieles le llevan velas, flores y se acercan a rezar, rogando por sus amores y sus enfermos. Aunque cuenta con la devoción de hombres y mujeres de toda la provincia, Juana Figueroa es venerada especialmente por las mujeres, que ven en ella, un símbolo de la opresión que una mujer puede padecer en el matrimonio.