PAZ, JOSÉ MARÍA (1791-1854)

General. Líder de los unitarios en su lucha contra Juan Manuel de Rosas. Nació el 9 de setiembre de 1791 en la provincia de Córdoba. Un controvertido protagonista de nuestra historia.

Conocido como el “manco Paz”, desplegó una trascendente tarea militar y política durante un período muy difícil de la Historia Argentina del siglo XIX, pero aún espera el juicio que rescate sus valores, más allá de los a veces incomprensibles vaivenes que sugieren los sucesos de aquella turbulenta etapa de la organización nacional.

Protagonista de la guerra de la Independencia, de la guerra contra el Brasil y de las luchas internas que se libraron en el país. Parecía destinado a ser un intelectual porque se graduó de bachiller y maestro de artes, rindiendo parte de sus exámenes en latín como entonces se acostumbraba, cursó un año de la carrera de teología y otro de la de jurisprudencia y estudió matemáticas.

Pero en 1810, cuando se hallaba cursando e1 tercer año de derecho, resolvió incorporarse a un cuerpo de milicianos para plegarse a las fuerzas que luchaban por la independencia y desde entonces se mantuvo en campaña casi sin descanso.

En 1811 marchó con el Ejército del Alto Perú, bajo las órdenes del general JUAN JOSÉ VIAMONTE, primero, y luego, del general MANUEL BELGRANO, quien le confió el mando de una batería de artillería, con la cual combatió con el grado de teniente en las acciones de Las Piedras (setiembre de 1812), Tucumán, Salta.

En 1813 se halló en las derrotas de Vilcapujio y Ayohuma y dos años más tarde, en las de Puesto del Marqués y de Venta y Media, donde sufrió una grave herida en el brazo derecho, que le quedó inútil para siempre (de ahí venía su apodo “el manco Paz”) y fue ascendido al grado de sargento mayor.

Más tarde, tomó parte activa en las guerras civiles, convirtiéndose en uno de los más grandes líderes unitarios. En 1819 intervino en el combate de La Herradura y en 1820 marchó a Santa Fe, donde el 7 de enero de ese año, tomó parte en la sublevación de Arequito contra Buenos Aires, comandada por el caudillo de Córdoba Juan Bautista Bustos, quien poco dispuesto a aceptar críticas a su política  lo desterró a Santiago del Estero.

Pasó luego a Salta y permaneciendo allí varios años. En 1824, elegido Gobernador de Salta, el general JUAN ANTONIO ÁLVAREZ DE ARENALES, a Paz le correspondió sofocar una revolución en la campaña.

En 1826 se incorporó al Ejército Aliado para combatir en la guerra contra el Brasil y combatió en Camacuá, Potrero del Padre Filiberto e Ituzaingó.

En 1827 fue ascendido a General por méritos en combate y puesto al mando de la Segunda División de este Ejército. En enero de 1829 regresó de Brasil se puso bajo las órdenes del gobernador de Buenos Aires, el general Juan Galo de Lavalle, quien lo nombró Ministro de Guerra.

En abril de 1829 marchó hacia la provincia de Córdoba con la misión de someter a las provincias que rechazaban la autoridad de Lavalle en Buenos Aires. El 3 de abril de 1829 tropas de Rosas al mando de su antiguo jefe Juan Bautista Bustos llegaron a Córdoba para reprimirlo y las derrotó en San Roque siguiendo luego la misma suerte Facundo Quiroga que marchó contra él.

Lo derrotó en La Tablada el 23 de junio de 1829 y el 24 de agosto de 1829 se proclamó Gobernador de Córdoba y comenzó a germinar en él la idea de conformar un bloque interprovincial regido por una misma constitución.

Juan Manuel de Rosas que no vió con buenos ojos esa idea de Paz, por considerarla atentatoria a su autoridad y causante de la pérdida del poder que hasta ese momento ostentaba la provincia de Buenos Aires, envió nuevamente a Facundo Quiroga para despojarlo de su gobierno.

El 25 de febrero de 1830 se enfrentaron en Oncativo y otra vez Quiroga fue vencido por Paz, quien  de esta manera, logró consolidar a la provincia de Córdoba como el centro de la Liga del Interior, integrada por nueve provincias con una forma centralizada de gobierno.

Sin aceptar esta derrota, en abril de 1831 Estanislao López, como nuevo Comandante de las fuerzas federales, nombrado por Rosas, marchó al encuentro de Paz y el 5 de mayo de ese año, una partida destacada por López sorprendió a Paz en inmediaciones de la localidad de Río Primero, en Córdoba, mientras realizaba un reconocimiento sin la escolta debida y lo tomó prisionero.

Paz fue recluído en la Aduana de Santa Fé. Rosas ordenó su inmediata ejecución, pero López se rehusó a obedecer la orden. Estando en prisión en Santa Fe se casó con Margarita Weild y luego fue trasladado al Cabildo de Luján donde permaneció durante varios años.

En abril de 1840, al recuperar su libertad se dirigió a Montevideo y al año siguiente se dirigió a Corrientes, dispuesto a renovar su lucha contra Rosas.

Formó un nuevo ejército y el 28 de noviembre de 1841, después de batir en Caaguazú, al general PASCUAL ECHAGUE, que nuevamente por orden de Rosas había salido a enfrentarlo, invadió la provincia de Entre Ríos y tomó la ciudad de Paraná y se proclamó Gobernador de la provincia de Entre Ríos.

Pronto, desavenencias suscitadas con Ferré, gobernador de Corrientes, y Rivera, del Uruguay, obligaron a Paz a trasladarse a Montevideo donde en 1843 fue nombrado General en Jefe de la Plaza sitiada por el general Oribe.

Levantado el sitio, marcho al Brasil y en 1844, el nuevo gobernador de Corrientes, Joaquín Madariaga, lo invitó a regresar para dirigir el ejército contra Rosas y en 1845 subscribió un tratado con Corrientes y Paraguay con ese mismo fin.

Esperaba atacar a Entre Ríos, mas el triunfo de Urquiza sobre Rivera en India Muerta hizo modificar sus planes; Paz permaneció en Corrientes y trató de enfrentar a Urquiza, pero renunció debido a complicaciones políticas y en 1848 emigró al Brasil y allí vivió con su familia, dedicado a explotar una pequeña granja que poseía en Río de Janeiro, mientras escribía sus “Memorias”.

En 1852,  cuando llegaron a él noticias de la revuelta de Urquiza; inmediatamente regresó a la Argentina donde llegó en el momento de producirse el levantamiento contra Urquiza, después de la derrota de Rosas. Tomó parte en la defensa de la ciudad de Buenos Aires sitiada por el general Hilario Lagos y luego fue Ministro de Guerra en el gabinete de Pastor Obligado.

En 1854, aunque con precaria salud, fue electo Legislador por la provincia de Buenos Aires y participó en los debates para definir los contenidos de la Constitución de la provincia de Buenos Aires y junto con Mitre se opuso a la firma de la constitución provincial que finalmente fue sancionada.

Falleció en Buenos Aires el 24 de octubre de 1854. El General José María Paz se destaca en nuestra historia como un táctico, que cifraba en la ciencia y el arte de la guerra, lo que otros esperaban del valor individual y del mayor número de combatientes y pertrechos.

No solamente como guerrero se lo debe recordar. También fue escritor y sus “Memorias” lo colocan en la cumbre de los grandes historiadores y filósofos que dio la patria. La lectura de esas páginas de gran valor para el estudio de nuestra Historia, mueven al lector a admirar su conducta en todas las acciones bélicas en las que él tomó parte como actor principal o en cualquier otro nivel, porque se descubre así lo íntimo de  todos los instantes de orgullo, satisfacciones y dolor que vivió tan grande figura de la historia argentina. Escribía lo que había visto.

Lo que sentía. Lo que pensaba. Era real, sincero, fuerte en sus pensamientos y en sus opiniones, justo y ecuánime. PAZ, JOSÉ MARIA , fue un hombre de acción,  hombre de letras, hombre de fe y hombre de cultura.

En las aulas de su Córdoba natal había frecuentado a Virgilio y Horacio, a Tito Livio y a Tácito, y escrito en latín una loa a la Virgen de Loreto.

José María Paz, el maestro de artes graduado en 1808, llegaría a ser, llevado por la pasión patriótica y la vocación de servir a la libertad, uno de los estrategas mayores de la historia argentina.

Acerca de su dimensión como jefe, tanto en la Guerra de la Independencia como en las luchas civiles, dejó Mitre este juicio: “La grandeza militar no consiste sólo en ganar batallas, sino en hacer servir la fuerza organizada, la estrategia, la táctica y el valor humano al triunfo de las causas inmortales, que da por resultado la creación de nuevas fuerzas morales en el organismo de las naciones, legando ejemplos y lecciones que dan su temple a las almas y a las armas de los soldados de un pueblo libre que combate bajo la bandera de su derecho.”

Así vió el  vencedor de Pavón al vencedor de Caaguazú. «No tuvo el general Paz que enfrentarse solamente con los oponentes en el campo de batalla, en el que triunfaba, sin contra la adversidad que se empeñó a lo largo de toda su existencia en frustrar los frutos de sus victorias».

Ocho años de cárcel y otros tantos de exilios no doblegaron su ánimo, ni lo desviaron de su convicción de que la Nación debía ser una y la República quedar bajo el imperio de la Constitución.

En su libro “Facundo”, Sarmiento escribió estas líneas: “¡ Proteja Dios tus armas , honrado general Paz! Si salvas la República nunca habrá gloria como la tuya. Si sucumbes, ninguna maldición te perseguirá a la tumba. Los pueblos se asociarán a tu causa, o deplorarán más tarde su ceguedad o su envilecimiento…” El general triunfante en La Tablada, Oncativo y Caaguazú no llegó a dar a sus ideales la victoria definitiva, pero contribuyó a ella en forma eminente con el sacrificio y la voluntad indeclinable. Pero la justicia abrazó su causa, que concretaría en Caseros la libertad reconquistada, y en Pavón, el camino abierto hacia la Unión Nacional».

El general Paz llevaba en su cuerpo la señal del oficial que participa junto a la tropa en los entreveros. En 1815, cuando revistaba como sargento mayor, perdió el uso del brazo derecho en el combate de Vuelta y Media, lo que le valió ser llamado manco por el resto de sus días.

Para un soldado no hubo nunca una distinción más honrosa que sus heridas. Mitre – que llevaba en la frente la señal del combate— podría decir muchos años más tarde de la muerte de Paz , acaecida el 22 de octubre de 1854,  palabras  justas sobre el gran conductor.

“Se trata (manifestó Mitre en el Senado de la Nación, del que era miembro), de uno de los hombres más ilustres de nuestra historia” y agregó: “Si general Paz, no, hay que decirlo, todo el mundo lo sabe, es, después de San Martín   el primer general de la América del Sur y, después de Belgrano, el más noble carácter de nuestra milicia».

“Este hombre no tuvo en su vida más recompensa que la prisión y el destierro, y ha legado a su patria glorias que no se borrarán jamás» ´dijo el senador MITRE, fundando su proyecto para que el cuerpo comprase ejemplares de las “Memorias”, que se destinarían a la Instrucción del Ejército.

La edición que circulaba por entonces habla sido impresa con gran despliegue gráfico por la familia del general Paz, pero no había tenido la difusión que merecía.

Al referirse a la obra del gran memorialista, expresó Mitre: “Su libro es su medida, y dada nuestra personalidad nacional es para nosotros como las “Narraciones  de Jenofonte”, para los griegos,  como los «Comentarios  de César”, en la medida que nos puede alcanzar  o. como las “ Memorias de Santa Elena”, como una lección militar de los grandes generales, que después de haber realizado grandes acciones con su espada , inmortalizan con sus plumas las acciones suyas y de honor para su patria y sus  compañeros  de armas”.

“Más aún diré: el general  Paz, que no tuvo más que esas recompensas ingratas en la vida, no las pidió y, cuando le fueron ofrecidas, las declinó austeramente. Más aún, no ha legado ninguna carga a su posteridad: su hija, su única sobreviviente, ni pensión tiene del Estado”.

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