EL ÑANDÚ

El ñandú («rhea» o avestruz de las pampas),  es el ave más grande de América. Se encuentra en casi todas las regiones de la República Argentina y pertenece a la misma familia del avestruz africano y el casuar y se diferencia de éstos por ser de menor tamaño y por tener tres dedos en las patas, en vez de dos que tiene el originario.

Es un ave zancuda, llamada así porque tienen sus tarsos muy largos, cuya especie se divide en “zancudas de ribera” y “zancudas corredoras”.

Los primeros tienen cuello y pico largos y viven en las riberas de los ríos y arroyos, alimentándose de peces y moluscos. Pertenecen a este Orden, las grullas, la garza blanca, la garza mora, la cigüeña, el ave fría, la chocha perdíz, el marabúa y ls ibis religiosa.

Las “zancudas corredoras”, se alimentan con hierbas y granos y se caracterizan por su mayor tamaño y unas alas cortas que no les permiten volar, pero sí para equilibrar su cuerpo en los violentos virajes con los que corren en la huída. Sus patas, fuertes y robustas terminan en tres dedos.

Su valor comercial reside fundamentalmente en sus plumas y secundariamente en su carne, que por ser oscura, no era muy del agrado de los pobladores de nuestro campo.

En los primeros tiempos de nuestra Historia, entrada la primavera y el principio del verano, el ñandú se cazaba de a caballo y con boleadoras y constituía una excelente fuente de recursos por su carne y sus plumas como hemos dicho y ocasionalmente por los grandes huevos que se solía encontrar en sus nidos  (equivalentes en tamaño a tres y hasta cuatro e gallina) y que gustosamente se consumían en las mesas de la campaña.

Más tarde, producto del furor que generó su caza, se utilizaron perros para hostigarlos y armas de fuego, salvo cuando se los quería cazar vivos para criarlos o para hacer que se reproduzcan en cautiverio y entonces se empleaban mangas, con las que se los encerraba en el brete que los llevaba hasta los corrales, donde permanecían encerrados hasta que su tamaño, edad y calidad de sus plumas, decidiera su destino como carne, para plumas o crianza.

La carne, si bien servía para la pobre olla de campaña, no era lo que más atraía del ñandú. Eran sus plumas las que podían llenar los bolsillos de nuestros gauchos, pues el precio que obtenía por ellas cuando se las vendía al pulpero o al “mercachifle” que con su carro recorría esas vastedades, alcanzaba para satisfacer holgadamente sus necesidades y las de su familia por un largo tiempo.

La mejor época para el desplume era la primavera, ya que era entonces cuando se pueden desplumar con mayor facilidad y pueden ser mejor aprovechadas.

Las plumas se clasifican por su largo y por su calidad, cotizándose a muy buen precio, especialmente las que cubren sus zonas bajas, para la fabricación de almohadas y almohadones, sin desmerecer por ello las que forman sus alas, pues su resistencia y flexibilidad las hacía aptas para la fabricación de plumeros, abanicos y adornos femeninos, siendo aceptado que para la fabricación de los plumeros es irremplazable la pluma del ñandú sudamericano, no habiendo otra que pueda substituirla con ventaja.

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