EL PARQUE TRES DE FEBRERO EN BUENOS AIRES (11/11/1875)

Por medio de la Ley 658 del 25 de junio de 1874, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO había dispuesto la creación del «Parque 3 de Febrero» y aceptando la propuesta de VICENTE FIDEL LÓPEZ se le impuso ese nombre,  para honrar la fecha de la derrota de Rosas en la Batalla de Caseros.

Siendo Presidente de la Nación, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, pensó transformar los terrenos donde se hallaba «el caserón de JUAN MANUEL DE ROSAS en Palermo» en una Quinta Normal siguiendo el modelo que conociera en Santiago de Chile (durante uno de sus exilios), donde proliferaban esos lugares en los que se experimentaba con los cultivos y se lograba luna amena y efectiva difusión del conocimiento (ver La residencia de Eosas en San Benito de Palermo).

«Os ruego que plantéis un arbolito en conmemoración de este día, dijo SARMIENTO rodeado por 30.000 personas, en su discurso inaugural, «…. seguro que, alimentado por esta tierra fecunda y protegido por el afecto del público, contribuirá, medio siglo después, con su sombra a dulcificar a los que vienen, olvidando las molestias inseparables de la vida, a adormecer rencores o a recordar horas y escenas felices…».

Se estaba realizando así la inauguración del Parque 3 de Febrero y a continuación, el ex presidente comienza una exploración intuitiva del suelo diciendo: «Al remover este suelo antes inculto, cuántos recuerdos, sin embargo, trae de pasadas revoluciones. Bancos de conchillas acusan aquí la presencia de mares ignorados de un mundo desconocido».

«De la tosca que cubre estos restos acuáticos, D’ÓRBIGNY, DARWLN, BRACATT Y BURMAISTER, han extraído los esqueletos de una fauna gigantesca que pobló estas comarcas y que con los nombres de «Magaterium», «Cliptodontes», y otros, enriquecen el Museo de Buenos Aires, uno de los primeros hoy en al mundo, por los tesoros paleontológicos que contiene».

«En el fango actual, la azada tropieza a veces con las armas y utensilios de piedra del hombre prehistórico, de los que nuestras tribus salvajes, eran todavía los últimos restos». De todos modos, los discursos no habían terminado».

La lista de oradores continúa con CARLOS CASARES, ARISTÓBULO DEL VALLE y RUFINO VARELA. Finalmente, NICOLÁS AVELLANEDA planta una magnolia y contesta las palabras de SARMIENTO:

«He obedecido a la indicación del presidente de la comisión y queda plantado por mis manos, un árbol en conmemoración de esta fiesta. Esta magnolia americana, del bosque primitivo, con su blanca flor salvaje, que pueblos numerosos de las Américas enredaban en el suelto cabello da sus jóvenes mujeres como símbolo de pureza…»

Casi al terminar el acto, de los treinta mil espectadores sólo quedan unos diez mil: las salvas han enmudecido, pero el murmullo es ensordecedor: sólo las banderas siguen como siempre suavemente abanicadas por la brisa a lo largo de la avenida Buenos Aires.

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