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20/08/1820
El general SAN MARTÍN se dirige al Cabildo de Buenos Aires comunicándole que partía hacia el Perú a luchar por la libertad de América y que cuando se constituyera una autoridad nacional en este territorio, «le rendiría a ella, su más respetuosa obediencia».
Iba al mando de un ejército compuesto por 4.450 hombres, de los cuales, 2.300 eran argentinos y el resto chilenos. El almirante COCHRANE, como comandante de la escuadra argentino-chilena, compuesta por 9 naves de guerra, 10 cañoneras y 16 transportes de tropa, tendría a su cargo las operaciones marítimas de esta campaña, actuando bajo las órdenes de San Martín.
Antes de emprender la navegación hacia su destino, el general SAN MARTÍN no pudo reprimir la necesidad de expresar su dolor por una angustia que lo atormentaba: el destino de su patria. «Voy a manifestaros mis quejas», decía en su mensaje al Cabildo, «no porque el silencio sea una prueba difícil para mis sentimientos, sino porque yo no debo dejar en perplejidad a los hombres de bien, ni puedo abandonar enteramente a la posteridad, el juicio de mi conducta, calumniada por hombres en quienes algún día la gratitud recobrará sus derechos».
Y al recordar la anarquía y el caos que reinaba en las Provincias Unidas, el exceso de libertad que había permitido perder el respeto por el orden y la justicia; el peligro que representaban los caudillos que no pensaban sino en sus propias ambiciones y el pueblo que indiferente, no medía el peligro que se cernía sobre la patria, proféticamente dijo: «Compatriotas: yo os hablo con la franqueza de un soldado. Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos, no dais a vuestros deseos una dirección más prudente, temo que, cansados de la anarquía, supere al fin la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente».
«Provincias del Río de la Plata: voy a dar la última respuesta a mis calumniadores. Yo no puedo hacer más que comprometer mi existencia y mi honor por causa de mi pais. Sea cual fuere mi suerte en la campaña al Perú, probaré que, desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único pensamiento que me ha ocupado y que no he tenido más ambición, que la de merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombres virtuosos»,
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