TASTIL, UNA CIUDAD ARGENTINA PREINCAICA

Un equipo a cargo de EDUARDO M. CIGLIANO, profesor de la Universi­dad de La Plata, ha trabajado en las ruinas de Santa Rosa de Tastil, en la Quebrada de las Cuevas, provincia de Salta, unas ruinas desdibujadas por el tiempo, que pertenecen a una ciudad que, como lo demuestran los restos orgánicos recogidos en las excavaciones, existió entre los años 1336 y 1439 dC..

Entre estas fechas,  fue construída su planta urbana y a partir de entonces, la ciudad creció y finalmente, fue abandonada, en forma parecida a la de muchos otros asentamientos del noroeste argentino, que lo fueron por migraciones obligadas o por la mixogenización (ver El Imperio Inca).

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Gracias al esfuerzo de este  grupo de investigadores, sabemos ahora que Tastil fue un asentamiento urbano con calles, plazas y casas rectangulares, construidas con muros de piedra sin argamasa, donde vivían alrededor de 2.200 habitantes. La subsistencia del poblado,  se basaba primordialmente en la agricultura; cultivaban  maíz, porotos y calabazas en zonas más bien ale jadas de la planta urbana. La caza y la recolección de frutos de la tierra, constituían tareas secundarias pero no carentes de importancia.

La población pertenecía a los grupos raciales  de los ándidos y los pámpidos, y estaba estratificada en clases sociales. Los enterratorios hallados, permiten deducir la existencia de un cuito a los muertos y sus cráneos fueron tal vez considerados trofeos o bien destinados a otros fines utilitarios. Domesticaban la llama y el perro; fundían los metales y conocían la aleación de éstos. Tallaban en piedra, las puntas de flecha y utilizaban el arco para impulsarlas.

Entre los tastileños,  se halla ban bien desarrolladas la alfarería, la cestería y sobre todo la tejeduría. Mallas, redes y telas eran decoradas con motivos diversos. Entre sus expresiones artísticas, además de los petroglifos ejecutados en los cerros de los alrededores, debe mencionarse la música, pues poseían flautas, cornetas de hueso y cascabeles de calabaza, en los que introducían semillas de achira.

Curiosamente una de estas semillas pudo ser germinada lográndose una planta completa, cuya reproducción ha permitido decorar el parque de Tastil, hoy transformado en museo, con nuevos ejemplares de la misma especie, que son descendientes de aquella la semilla arqueológica.

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