LA PAMPA

La palabra «Pampa», con la que se denomina a esta vasta región de la República Argentina ubicada al sur de la actual provincia de Buenos Aires, proviene de la voz quichua que significa planicie.

Es una inmensa llanura cubierta de pasto que constituye el núcleo geográfico de la Argentina, sobre el lado atlántico y que actualmente configuran también el centro de la actividad agropecuaria del País.

Extendiéndose desde el Atlántico hasta las estribaciones montañosas de la precordillera y desde la Patagonia septentrional hasta el norte subtropical de bosques exuberantes, las pampas cubren la quinta parte del territorio argentino. Comprenden la totalidad o la mayor parte de las provincias de Buenos Aires, sur de Santa Fe, sudeste de Córdoba y este de La Pampa.

Extensas tierras desprovistas de árboles, cubiertas originalmente de hierbas altas, fuertemente arraigadas, las pampas tienen un suelo fértil y precipitaciones adecuadas, excepto los sectores occidentales más secos. Casi sin ríos que las crucen, salvo el Salado.

Cuando los españoles llegaron a las pampas a principios del siglo XVI, las hallaron carentes de la riqueza mineral que buscaban y de indios civilizados y sedentarios que pudieran contribuir en el trabajo de las colonias.

Los primitivos intentos de asentamientos enfrentaron tan considerable hostilidad por parte de los indígenas pampas y querandíes (q. v.) que los españoles abandonaron estos esfuerzos durante varias décadas.

Finalmente, a partir de los pueblos ya fundados en Asunción y en la región Córdoba-Tucumán, comenzaron a establecerse nuevas poblaciones que enlazaban a las pampas y Buenos Aires con los antiguos asentamientos, desarrollándose así una economía y un estilo de vida basados en la inesperada y nueva riqueza derivada de los rebaños de vacunos y ganado caballar que se hablan multiplicado desde la época en la cual los españoles los habían dejado sueltos en las pampas.

Tanto los aborígenes nativos como los criollos hicieron uso de estos animales; durante los primeros dos siglos de la ocupación española.

Las ciudades del interior, como Córdoba, eran las que dominaban, pues Buenos Aires era una remota y pequeña aldea y las pampas habían quedado a merced de vacunos, caballos salvajes, solitarios cazadores ocasionales y principalmente por aborígenes llegados desde el otro lado de la Cordillera de los Andes.

Hacia 1750 las pampas se habían incorporado a la economía nacional y durante los dos siglos siguientes, dominaron la vida del país, al igual que su economía.

El comercio de pieles y sebo fue seguido y complementado por el de la carne vacuna salada y seca de los saladeros y, finalmente, en las postrimerías del siglo XIX, por las instalaciones frigoríficas, envasadoras de carnes refrigeradas; intensificándose además, la cría de ganado mular y ovino.

Al acrecentarse la población española y criolla, los aborígenes fueron desplazados fuera de las pampas y al finalizar el siglo XIX, la agricultura comercial, sustancialmente en manos de los inmigrantes y favorecida por los perfeccionados métodos y equipos de cultivo, competía con la industria ganadera en las pampas; los ferrocarriles atra­vesaban las planicies llevando productos a los puertos, donde los elevadores de granos se sumaban a los frigoríficos.

La frontera y el gaucho iban desapareciendo a medida que las pampas se transformaban en el núcleo económico nacional; a mediados del siglo XX en esta región se hallaba el 75% de las ciudades de la nación que tenían más de cien mil habitantes, el 86% de las plantas industriales que proveían prácticamente la totalidad de las exportaciones nacionales y disponían del 60% de los ferrocarriles y del 70% de las carreteras. Su producción incluía trigo, alfalfa, lino, maíz, vacunos, yeguarizos, porcinos, una industria lechera y hasta una pequeña avícola.

Alrededor de las dos terceras partes de la población argentina vive hoy en la zona pampeana, estando ubicadas allí cinco de las ocho universidades na­cionales; su preponderancia económica ha llegado a ser tan considerable, que JAMES R. SCOBIE («Argentina», p. 29) dice de ella que «… las pampas hoy en día representan la nación argentina»,

Tanta y tan considerable es la riqueza y la población introducidas en las pampas, especialmente desde el año 1900, que las otras tres regiones de la Argentina parecen servir sólo como fronteras.

En el período posterior a 1950, el empuje de la Argentina hacia la industrialización, el desarrollo de sus recursos minerales (especialmente el petróleo) y las plantas hidroeléctricas, así como su intento de ubicar actividades industriales en localidades cercanas a la producción de materias primas «todo ello con la finalidad de volver a orientar la producción hacia mercados nacionales más que a los de exportación» pueden llegar a modificar la preponderancia del papel desempeñado por las pampas en toda la economía nacional.

La fauna de la Pampa - Argentina

La pampa de antaño
Magnífico y libre era el paisaje de la pampa de antaño. Los alambrados no habían puesto aún en los campos su pentagrama de metálicos hilos. El telégrafo y el teléfono no existían y los carac­terísticos postes que jalonan los caminos eran desconocidos entonces.

La pampa era un solo e inmenso llano sin alambrar, donde pacía la hacienda orejana. Las vacas criollas, de grandes cuernos mugían por la llanura. Las caballadas salvajes, hijas de los poco animales que trajo al Río de la Plata don Pedro de Mendoza, agitaban al viento sus largas colas y hacían tremolar sus crines. La disparadas, cuando se espantaban los caballos, eran temibles y todo lo atropellaban a su paso.

Las carretas de techo de quincha cruzaban, lentamente, las enormes extensiones. Sus altas ruedas madera, reforzadas con cuero crudo, lanzaban un largo chirrido mientras marchaba la pausada caravana. Los bueyes salvaban c dificultad los hondos y extensos pantanos.

En el monte, acechaba el puma y vivía el gato montés. El ñandú correteaba por la llanura mientras los gauchos organizaban su cacería para comer la sabrosa picana o vender las plumas al pulpero. El gracioso venado era también poblador de las pampas, y, al atardecer, asomaba su cabeza la tímida vizcacha, temible roedor que llenaba de agujeros los campos, provocando peligrosas rodadas de los jinetes.

Abundaba el tero alborotador y en las lagunas se dejaba ver ba-ti-tú, que llegaba de increíbles distancias. Los flamencos desplegaban en lo alto sus alas rosadas. En los campos incultos crecía el trébol, brotaba el alfilerillo, se elevaban los cardos altísimos.

Fuentes: «Estampas del pasado». Busaniche J.L. Solar, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1971; «Revolución en las pampas: historia social del trigo argentino». James R. Scobie, Buenos Aires, 1968; «Diccionario Histórico Argentino». Ione S. Wright y Lisa M. Nekhom. Emecé Editores, Brasil 1994

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