ORIGEN DE LA NACIÓN ARGENTINA

El 25 de mayo de 1810, ante la vacancia del trono español, se constituyó en Buenos Aires un gobierno provisorio para los pueblos del Virreinato del Río de la Plata (la llamada Primera Junta de Gobierno), hasta tanto se aclarase el futuro de la monarquía.

La legitimidad de la Junta se basaba en la doctrina, propia del fundamento contractualista del derecho político de la época, de la “retroversión de la soberanía al pueblo”  en cuanto fuente legítima del poder. Pero, en realidad, la soberanía fue asumida por las “ciudades principales”  del Virreinato, es decir, las ciudades con Cabildo establecido, dado que entonces no existía «un» pueblo sino catorce “pueblos americanos soberanos”.

Fueron así, los pueblos de esas ciudades los que enviaron diputados—apoderados con instrucciones, como era usual en la época— para integrar esa Junta. Posteriormente, los gobiernos que la sucedieron habrían de afrontar la necesidad de independizarse de España y de organizar una nueva nación. Porque, así como no existía aún un pueblo argentino, tampoco existían ni una nación, ni una nacionalidad argentinas, las que serían fruto y no causa del proceso que se iniciaba. Recordemos que “argentino”  designaba entonces a los porteños y sólo muy tarde adquiriría su significado actual.

 ¿En qué consistió lo que podría llamarse una construcción mítica?.  En interpretar que el 25 de mayo de 1810 marcó la irrupción en la historia de una nacionalidad argentina preexistente, en busca de su organización co­mo Estado. Un mito derivado de la preocupación por fortalecer el sentimiento nacional y apoyado en el principio de las nacionalidades, difundido por el romanticismo, según el cual las naciones contemporáneas habrían surgido de previas nacionalidades; algo también desmentido por los historiadores en el caso de la mayoría y más importantes naciones de Europa y de América del Norte (dixit J.C. Chiaramonte, Director del Instituto Ravignani de la Universidad Nacional de Buenos Aires, publicado en el Diario Clarín)) .

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