NEGOCIOS Y NEGOCIADOS EN LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA CON PARAGUAY

La guerra con Paraguay, como quizás lo están todas las contiendas que se libran entre los hombres y los pueblos del mundo, no estuvo excenta de ser el escenario propicio para que «avispados comerciantes y especuladores», hagan sus turbios negocios y negociados, aprovechando necesidades y carencias ajenas.

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A mediados de la década de 1860, cuando en el Río de la Plata se gestaba, la guerra de la Triple Alianza, los precios de las materias primas habían caído en los grandes mercados compradores de Europa y nuestro país atravesaba por un período de deterioro de su comercio exterior. En este sentido, la guerra del Paraguay, con sus exigencias financieras, significaría un paliativo a la si­tuación de los sectores más perjudicados —mercantiles y ganaderos—; aún más, pareció ser que la contienda traería un respiro a esta difícil situación económica.

Prestamistas particulares e instituciones de crédito concurrieron en auxilio del gobierno nacional y prestaron una ayuda que fue compensada con excelentes intereses ya que todos acumularon grandes fortunas.

A poco de estallar la guerra, el Poder Ejecutivo fue facultado por Ley del 27 de mayo de 1865, a negociar en el exterior, un empréstito de 12 millones de libras esterlinas con un 6% de renta anual, teniendo como garantía los bienes de la Nación. NORBERTO DE LA RIESTRA fue enviado a Londres para negociar el empréstito, cuya colocación fue recomendada a los banqueros de la Baring Brothers.

A fines de 1868, ya habían sido colocadas 2.500.000 libras esterlinas, que  deducidos los gastos y comisiones, el producto líquido se redujo a a 1.735.703 libras

Estos fuertes capitalistas porteños abastecían de víveres, armas, vestuarios, tabaco, yerba, alcohol y otros artículos a los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay. Compraban en Europa y en Estados Unidos grandes partidas de armas y vestuarios, sobrantes de la campaña de Crimea y de la Guerra Civil y luego los vendían a los gobiernos aliados. En abril de 1865, cuando los paraguayos invadieron Corrientes, el gobierno de Buenos Aires adquirió 14.000 fusiles, 7.000 carabinas, 11.000 sables y 9 cañones.

Estas armas eran sobrantes adquiridos apresuradamente en Europa y un oficial argentino en campaña, FRANCISCO SEEBER, se quejaba con estas palabras: “Los fusiles que nos han dado son de muy mala calidad. Son de fulminante, factura alemana para la exportación y en muchos casos, el fulminante no revienta al al primer golpe de martillo.

Cuando llueve, los cartuchos que llevan nuestros soldados en sus defectuosas cananas, se mojan, quedando así inutilizables. Nuestra artillería tiene defectos en su material y las espoletas no revientan…”. El tasajo que se enviaba a los campamentos para consumo de la tropa era terrible.

Se comía fariña cocida y carne vacuna asada cuando se carneaba el ganado. Los proveedores habían instalado vivanderos con locales en los campamentos aliados de Concordia y Paso de la Patria donde estaban concentrados 50.000 hombres. Había allí almacenes, tiendas, teatro, billares, cafés, burdeles, consultorios médicos, dentistas, embalsamadores. Todo se vendía a altos precios y allí oficiales y soldados dejaban sus pagas.

Por su parte, muchos comerciantes de Buenos Aires, cuyos negocios en 1864 declinaban ostensiblemente debido a la crisis, pudieron recuperarse como proveedores de los ejércitos de la Triple Alianza. Entre estos proveedores se contaron OTTO PEDRO BEMBERG, FRANCISCO JAVIER BRAVO, MARIANO CABRAL —socio del general Urquiza—, CÁNDIDO GALVÁN,. AMBROSIO PLÁCIDO LEZICA, JOSÉ GREGORIO LEZAMA y ANACARSIS LANÚS. El ejército fue su mejor cliente, como consumidor de carne, ropas, aperos, tabaco, yerba, alcohol y otros artículos.

Un caso semejante se produjo poco más tarde, con la “revolución mitrista de 1874, ocasión en la que el poeta JOSÉ HERNÁNDEZ, al referirse a uno de los que financiaron este movimiento revolucionario, lo llamó «el Rothschild proveedor» , agregando:

«Es el circulo o sociedad que en aquel lustro de sangre (1865-1870) levantara una colosal fortuna, que fue el fin del principio y el principio del fin. Es el círculo en el cual figuraba otra vez ANACARSIS LANÚS, que estando mal en sus negocios, celebró su alianza con los demás proveedores para levantar de nuevo y aun mucho más alta, cual sucedió, su fortuna decadente, a costa de la sangre argentina derramada a torrentes en los esteros del Paraguay y cuyas gotas llevan por sello cada uno de sus palacios erigidos en el corazón de Buenos Aires y en los objetos de adorno acumulados en sus quintas de espiritual recreo».

Este mismo LANÚS había sido quien arrendara al mariscal López el vapor “Salto”, en vísperas de la guerra, y que en agosto de 1865, ocupada la ciudad de Corrientes por el ejército paraguayo, había logrado que los triunviros correntinos libraran una letra de cambio contra la firma Lanús de Buenos Aires.

Pero esta virtual connivencia con el enemigo, no impidió que la firma Lanús obtuviera luego el contrato para la provisión de raciones para el Ejército argentino en campaña contra el Paraguay y que el 3 de junio de 1868, Lanús fuera favorecido por una adición al contrato anterior, para la provisión extraordinaria de caña, café y azúcar.

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