LOS RESTOS DE LINIERS (1861)

Después del fusilamiento de SANTIAGO DE LINIERS y de quienes lo acompañaron en su alzamiento contra las autoridades de Buenos Aires, el representante de la Junta en ese acto, DOMINGO CASTELLI, ordenó que los cadáveres fueran cargados en carretillas y enterrados en una zanja cavada a ese afecto junto a la iglesia de Cruz Alta, en la provincia de Córdoba.

Pero al día siguiente, una vez retirada la comisión y las tropas, el cura de la parroquia los exhumó y volvió a enterrarlos separadamente, poniendo en cada tumba una cruz con la inicial del nombre del ocupante. Y allí permanecieron los restos durante más de cincuenta años.

En 1861 asumió la primera magistratura de la Confederación SANTIAGO DERQUI, quien resultaba ser deudo de uno de los ajusticiados en el monte de los Papagayos y quiso el mandatario, rescatar a todas aquellas cenizas olvidadas y ordenó fueran remitidas a la ciudad de Paraná, adonde llegaron, todas confundidas en una sola urna, el 17 de abril de aquel mismo año, recibiendo poco después solemnes exequias.

Los dos hijos menores de LINIERS, residentes en España, le agradecieron por carta al presidente DERQUI por «tan insig­ne acto de justicia, de magnanimidad y sana política» y el 30 de Junio de 1862 el señor JOAQUÍN FILLOL, cónsul español en Rosario, presentó una nota al entonces ministro de Relaciones Exteriores, EDUARDO COSTA, para ser entregada al Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación (en ese entonces, el general BARTOLOMÉ MITRE), donde se ex­presaba que:

«Su Majestad, había visto con satisfacción «el homenaje tributado al valor y a la lealtad de los que sellaron con su sangre los juramentos que habían prestado al trono y a la patria y, además, que miraría como un nuevo acto, propio para intimar las relaciones de los dos pueblos, que, en caso de no impedirlo alguna consideración política, se pusiesen a disposición del consulado del Rosario, los expresados restos mortales, para trasladarlos a la Península, donde se les daría el destino correspondiente a fin de inmortalizar su memoria”.

El 3 de julio de 1862, el ministro COSTA le entregó a FILLOL la respuesta del gobierno argentino accediendo a la solicitud, y donde se expresaba que «cualquiera que sean las causas que motivaron el desgraciado fin del brigadier Liniers, el go­bierno que surgió de la Revolución y el pueblo argentino, no pueden olvidar los servicios que él prestó al país durante el régimen colonial y muy especialmente en la reconquista y defensa de esta ciudad contra los ejércitos ingleses que la invadieron en 1806 y 1807” y continúa diciendo:

“En homenaje a estos gloriosos recuerdos, que son comunes a ambas naciones, el encargado del Poder Ejecutivo Nacional, dis­pondrá que un buque de guerra de la República, al hacer entrega de los restos mortales del expresado brigadier LINIERS, haga los honores correspondientes a su rango”.

Esta resolución provocó la reacción de la hija mayor de LINIERS, quien dirigió una carta al general MITRE, donde invocando el derecho familiar que la asiste, intenta una justificación de la actitud de su padre respecto a la Revolución de Mayo y también recuerda el carácter de caudillo «popular democrático» que asumió el brigadier durante las invasiones y cuando se produjo su nominación para gobernar el Virreinato.

Todo ello a fin de persuadir sobre la conveniencia de que los restos de LINIERS permanecieran en el país y fuesen inhumados en la bóveda de la familia en el cementerio de Buenos Aires.

Esta solicitud no logró su propósito, y los restos de LINIERS y de GUTIÉRREZ DE LA CONCHA fueron llevados a España, donde se los recibió con grandes honores militares.

En la ciudad de Cádiz, en el «Panteón de los muertos ilustres de San Carlos», hay un monumento con esta inscripción: «Aquí reposan las cenizas del Excmo. S. D. Santiago de Liniers, Jefe de Escuadra y Virrey que fue de Buenos Aires y del S. D. Juan Gutiérrez de la Concha,  Brigadier de la Armada y Gobernador Intendente de de la Provincia de Córdoba del Tucumán» (ver Fusilamiento de Liniers y otros complotados).

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