LA REBELIÓN GUARANÍTICA (1750/1757)

Se llama «rebelión guaranítica» a la revuelta de los indios de las misiones guaraníes en las siete misiones jesuíticas que estaban localizadas al este del río Uruguay, un territorio que había sido cedido por España a Portugal por medio del Tratado de Permuta, en  1750.

Desde principios del siglo XVII los jesuitas comenzaron a fundar allí numerosos pueblos en el lado oriental del río Paraná, donde cerca de 30.000 guaraníes aprendieron a cultivar el suelo, a criar ganado y a desarrollar numerosas industrias en «las misiones»  (ver Las Misiones guaraníticas).

Vivían bajo la amenaza constante de las bandas portuguesas que atrapaban a los nativos para convertirlos en esclavos y por eso, los jesuitas también les enseñaron a fabricar armas y a organizarse para la defensa

España y Portugal, enfrentadas por viejos conflictos, en 1750, decidieron resolver sus problemas, a través de un Tratado, mediante el cual, FERNANDO VI, casado con la princesa portuguesa Bárbara de BRAGANZA, concedía a Portugal siete pueblos misioneros, a cambio de Colonia de Sacramento.

Pero el Tratado establecía que los pueblos debían entregarse vacíos y por eso se ordenó la emigración de los guaraníes, que debían salir de la región con todos sus bienes y trasladarse al occidente del río Uruguay o quedarse y aceptar la soberanía portuguesa.

En agosto de 1750, se produjeron los primeros movimientos de lo que se llamó la «guerra o rebelión guaranítica»; una serie de levantamientos indígenas, apoyados por los jesuitas, que se sublevaron contra los españoles y portugueses, rehusándose a aceptar la transferencia de estas misiones jesuíticas al Brasil.

El escaso interés de las autoridades con asiento en América. por las actividades llevadas a cabo por los jesuitas en estos territorios, o quizás preocupados por la «competencia» que el proyecto jesuita, generaba en sus negocios y por ello, poco dispuestas a contravenir una decisión impulsada por las autoridades eclesiásticas de España, que por otra parte, se sabía era ya definitiva, genera una indiferencia que pronto se transforma en resignación pasiva y dejan librados a su suerte a los jesuitas y sus misiones.

Pero no todos bajaron los brazos, ni aceptaron pasivamente este atropello. Recordando a sus tradicionales enemigos, los traficantes de esclavos y decididos a no seguir soportando el ataque de los «bandeirantes» brasileños, los guaraníes se rehusaron a vivir bajo el régimen portugués, afirmaron que la tierra les pertenecía y se negaron a emigrar, decididos a luchar contra las fuerzas portuguesas y contra los comisionados de las fronteras.

En marzo de 1752, el gobierno de Buenos Aires les informa que tienen un año para retirarse de las misiones y los casi 30.000 pobladores de las «siete misiones jesuíticas», se declaran en rebeldía y toman las armas.a mediados de ese año.

Restándole importancia y pensando que este nuevo conflicto podría resolverse fácilmente, en setiembre de 1752 comienzan las tareas de demarcación de las fronteras que separarán los territorios en disputa entre España y Portugal y los guaraníes, asumieron otra actitud, en su lucha.

Y con el apoyo parcial de los jesuitas, aparentemente más pasiva y menos dependiente de las armas, a principios de  1753, comenzaron a dificultar que se realizara el trabajo de demarcación fronteriza, confirmando su decisión de no salir de la región conocida como los «Siete Pueblos».

Pero el 27 de febrero de  1753, al llegar  al punto de inicio del territorio misionero en la Capilla del Puesto de Santa Tecla, dependiente de San Miguel /actual «Bagué»), los demarcadores se encontraron con una guarnición armada guaraní que les impedía el paso.

En respuesta a esta rebeldía y para poner fin a esta situación que afectaba los intereses de España, firmante del Tratado y responsable por lo tanto de su cumplimiento, en enero de 1754, la corona española le ordena al Gobernador del Río de la Plata, JOSÉ DE ANDONAEGUI someter a los rebeldes y proceder a la evacuación de los aborígenes.

En cumplimiento de la orden recibida, ANDONAEGUI, con tropas procedentes de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Montevideo, dispuesto para el ataque desde el sur, llega al «Rincón de las Gallinas», en la margen oriental del río Uruguay, territorio entonces de la Banda Oriental, para lanzar desde allí un ataque en combinación con una fuerza compuesta por 1.500 efectivos portugueses, que al mando del gobernador general de Río de Janeiro, GÓMEZ FREIRE DE ANDRADE, lo harán desde el norte de las posiciones de los nativos y estalla nuevamente la guerra.

En mayo de 1754 los guaraníes al mando del cacique PARACATÚ, aniquilan una columna de las fuerzas de ANDONAEGUI, por lo que Andonaegui desistió de continuar y el 10 de agosto se retiró desde el río Ibicuy hasta el Salto Chico del río Uruguay, siendo permanentemente hostilizadas sus tropas por los rebeldes, aunque lograron capturar a Paracatú en el combate del Daymán y llevarlo a Buenos Aires.

En diciembre de 1755 se pone a la cabeza del movimiento el cacique JOSÉ TIARAYÚ, también llamado «SEPÉ», un guerrero temible de enorme influencia, que alcanzó el perfil de un héroe y la lucha se generaliza.

A partir de entonces, los rebeldes guaraníes apelan a un permanente hostigamiento del adversario, con ataques y retiradas relámpago, que hacen flaquear el impulso de los represores, hasta que el 7 de febrero de 1756, ANDONAEGUI y GÓMEZ FREIRE al mando de unos 3.000 hombres, atacan frontalmente a las posiciones guaraníes y luego de crueles combates, logran someter su heroica resistencia, en la batalla de Bacacay, donde es muerto el líder de la revuelta, el cacique «JOSÉ TIARAYÚ» o «SEPÉ».

Y con él, mueren las esperanzas de un pueblo que sólo quería decidir su destino por si mismo. Tres días después, el 10 de febrero de 1756, vuelven a encontrarse en la batalla de «Ka’Aybaté»  y allí las fuerzas españolas comandadas por ANDONAEGUI unidas a las brasileras, vuelven a derrotar a los guaraníes de las reducciones, que, muerto ya su líder, el cacique «SEPE» y dispersa la mayoría de ellos, fueron alcanzados y masacrados.

Mataron a casi 1.500 de ellos en una hora, con apenas cuatro bajas en sus filas. El ejército hispano-portugués ocupó la misión de «San Miguel» a fines de mayo de 1756 y son sofocados los últimos grupos rebeldes que se involucraron en esta guerra.

Muchos de los indígenas de estas misiones fueron después trasladados a otros emplazamientos, pero las «Misiones jesuíticas»,  nunca volvieron a ser lo que habían sido antes de esta revuelta.

Pero no todo estaba dicho. Aunque, luego de este sangriento encuentro, cesó la resistencia, y las misiones jesuíticas se despoblaron, , volviendo los indios a los montes para escapar de los portugueses, en 1757, luego de un período de indecisiones, provocadas por la falta de un líder que los guiara, retoma fuerzas esta contienda librada por los nativos contra los colonizadores españoles y grupos guaraníes comienzan a hostilizar nuevamente a los aliados y practicando la táctica de la tierra arrasada, quemando los pueblos de San Miguel y San Luis, aunque San Lorenzo fue capturado por los aliados antes de que pudieran incendiarlo.

El 22 de marzo en Chumiebí se produjo otro combate en donde nuevamente fueron dispersados los guaraniés. Santo Ángel fue convertido en cuartel de las tropas españolas y San Juan Bautista de las tropas portuguesas. En mayo se produjo el último combate en San Miguel y el 8 de junio de 1757, ANDONAEGUI dio por terminada por fin la guerra y supervisó la evacuación de los indígenas al occidente del río Uruguay.

El 8 de junio de 1757, Andonaegui dio por terminada por fin la guerra y supervisó la evacuación de los indígenas al occidente del río Uruguay.

El ejército aliado permaneció durante diez meses en las Misiones. Los portugueses se retiraron luego hacia Río Pardo sin que se hubiera llegado todavía a un acuerdo entre las coronas de España y Portugal sobre el límite en las cabeceras del río Ibicuy y sin entregar la Colonia del Sacramento a España.

Para resolver los puntos aún pendientes, los comisarios acordaron reunirse en la Junta de Yacuy el 1 de junio de 1758, pero no se llegó a un acuerdo sobre el Ibicuy.  Las misiones jesuíticas no pasaron a manos de Portugal,, ni Colonia del Sacramento a España y poco después, en 1761, durante la guerra de los siete años (1), que involucró a a España , el rey Carlos III anuló el Tratado de Permuta o de Madrid y éste, fue reemplazado por el Tratado de El Pardo.

Después de la derrota definitiva  y masacre de los guaraníes, se dispuso que los pueblos tomados a las «Misiones» serían nuevamente españoles, lo que demuestra la falacia de esta decisión y muestra que esta guerra, fue la excusa final para justificar la expulsión de los Jesuitas de América (ver La expulsión de los jesuitas).

Los vaivenes políticos o el capricho de un rey modificaron repentinamente el mapa de las colonias americanas y llevaron a la aniquilación de gran parte de la población indígena concentrada en la cuenca del río Uruguay.

Poco después, el rey CARLOS III, cuando fue coronado, anuló este Tratado firmado en 1750, pero los funcionarios reales continuaron sospechando que los Jesuitas habían estado involucrados en esta revuelta pues se oponían al traslado.

CRONOLOGÍA DE LA REBELIÓN GUARANÍTICA
00/08/1750
Comienza la guerra guaranítica. Se producen los primeros movimientos de lo que se llamó la “guerra (o la rebelión) guaranítica”; una serie de levantamientos indígenas que se sublevaron contra las fuerzas españolas y portuguesas, rehusándose a aceptar que las “misiones” instaladas en el virreinato del Río e la Plata, sean transferidas al dominio de Portugal, segín lo dispusiera el “Tratado de Permuta” firmado por España y Portugal en 1750.

1752
Se extiende la rebelión guaranítica. . Con el levantamiento de las siete misiones jesuíticas (que comprendían casi 30.000 indígenas), localizadas al este del río Uruguay, territorios cedidos por España a Portugal, esta sublevación ingresa en una etaa de máxima violencia

00/02/1754
El marqués de VALDELIRIOS llegó a Buenos Aires procedente de España portando una Real Cédula por la que el rey ordenaba al gobernador de Buenos ires, capitán JOSÉ DE ANONAEGUI, tomar inmediatamente por la fuerza a los siete pueblos que se habían sublevado en rechazo a su traslado al Brasil y entregárselos a los portugueses

00/05/1754
JOSÉ DE ANONAEGUI concentró 1.500 soldados en el lugar denominado “Rincón de las Gallinas” (hoy Rincón de Haedo en la confluencia del río Negro con el Uruguay, territorios de la Banda Orienat) y avanzó hacia la estancia de Yapeyú, a donde llegó en junio de ese año. Destacó luego una columna en avanzada hacia Yapeyú, pero ésta fue aniquilada por los guaraníes al mando del cacique RAFAEL PARACATÚ.

10/08/1754
El contraste sufrido por sus tropas en su avance hacia Yapeyú y las inclemencias del tiempo hicieron desistir a ANDONAEGUI de continuar la expedición y dispuso el regreso a Buenos Aires. Con sus efectivos se retiró hasta el Salto Chico del río Uruguay y durante la marcha, a pesar del permanente hostigamiento de los rebeldes, durante uno de los encuentros que debió librar (combate de Dayman), logró capturar al cacique PARACATÚ y lo llevó a Buenos Aires.

00/11/1754
Los portugueses firman a orillas del río Yacuí un armisticio con los rebeldes y disponen un alto a su campaña para reprimirlos.

00/12/1755
Ante los malos resultados que se habían obtenido hasta entonces por las fuerzas empeñadas contra los aborígenes sublevados, los comandantes de las fuerzas españolas, JOSÉ DE ANDONAEGUI (Gobernador de Buenos Aires), y JOSÉ JOAQUÍN DE VIANA (flamante Gobernaor de Montevideo) y el comandante de los efectivos portugueses, GÓMEZ FREIRE DE ANDRADE (gobernador de San Pablo y Río de Janeiro), deciden unir sus efectivos para comabatirlos, estando éstos ahora bajo el mando del cacique SEPÉ o Sepee, cuyo nombre de bautismo era José Sepé Tiarayú.

00/02/1756
Bajo el comando de ANDONAEGUI, las fuerzas de Buenos Aires,  reforzadas por 150 soldados procedentes de España, junto con 1.670 hombres del gobernador de Montevideo DE VIANA y 1.200 soldados portugueses al mando de GÓMES FREIRE, se reunieron en Santa Tecla para avanzar sobre San Miguel (en la Banda Oriental), donde se habían fortificado los guaraníes, pero éstos, hábiles estrategas, les crearon un vacío y reurrieron a la guerra de guerrillas para degastarlos.

07/02/1756
Un fin anticipado de la rebelión guaranítica.. En la batalla de Bacacay, los abrígenes son derrotados por las fuerzas conjuntas de España y Portugal y en medio del combate, el propio gobernador de Montevideo DE VIANA, mediante un tiro de trabuco,  mató al cacique SEPÉ. Muerto su líder, los aborígenes no pudieron mantener la resistencia y fueron diezmados. El ejército aliado sufrió solo 4 muertos (3 españoles y un portugués) y 30 heridos (10 españoles, entre ellos Andonaegui y 20 portugueses, entre ellos el capitán Luis Osorio). Al día siguiente entraron en San Miguel e instaron la rendición de los demás pueblos, que la aceptaron excepto San Lorenzo. Muerto en esa batalla el cacique “SEMPÉ”,  líder de los indígenas que luchaban por sus tierras, el fin de esta epopeya no está lejos. Murieron  con él las esperanzas de un pueblo que sólo quería decidir su destino por si mismo. Los vaivenes políticos o el capricho de un rey modificaron repentinamente el mapa de las colonias americanas y llevaron a la aniquilación de gran parte de la población indígena concentrada en la cuenca del río Uruguay.

10/02/1756
Batalla de Ka’Aybaté. Decidiendo  el fin de la rebelión guaranítica, fuerzas españolas comandadas por el gobernador del Río de la Plata, JOSÉ DE ANDONAEGUI, unidas a las brasileras comandadas por el capitán general de Brasil GÓMES FREIRE DE ANDRADA, que en conjunto sumaban unos 2.5000 efectivos, luego de que el jefe de la rebelión, el cacique “SEPE”, fuera muerto tres días antes, en la batalla de “Bacacay”, alcanzaron a los indígenas dispersos, que al mando del cacique Ñanguirú se habían detenido al pie del Cerro Ka’aybaté” y vuelven a derrotarlos en  un feroz y desigual combate, donde murieron 1.511 indígenas, entre ellos, el propio caudillo NANGUIRÚ, se hicieron 154 prisioneros, no pudiendo impedir que apenas unos pocos centenres lograran huir, mientras las fuerzas aliadas sufrieron apenas cuatro bajas.

22/03/1756
Grupos guaraniés, sin pensar en rendirse, continuaron hostilizando el avance de los aliados y practicando la táctica de la tierra arrasada, quemando los pueblos de San Miguel y San Luis, aunque San Lorenzo fue capturado antes de que pudieran incendiarlo. Santo Ángel fue convertido en cuartel de las tropas españolas y San Juan Bautista de las tropas portuguesas.

00/05/1756
En San Miguel los aliados se enfrentan nuevamente con grupos de guaraníes rebeldes y los dispersan

08/06/1756
Fin de la rebelión guaranítica. JOSÉ DE ANDONAEGUI dio por terminada la guerra y supervisó la evacuación de los indígenas al occidente del río Uruguay, permaneciendo el ejército aliado durante diez meses ocupando las Misiones. Muchos de los indígenas fueron después trasladados a otros emplazamientos, pero las “Misiones jesuíticas” nunca volvieron a ser lo que habían sido antes de esta revuelta.

00/10/1756
El gobernador de Montevideo JOSÉJOAQUÍN DE VIANA hizo construir el Fuerte de San Antonio del Salto Chico (hoy ciudad uruguaya de Salto) para evitar nuevos disturbios

01/06/1758
Para resolver los puntos aún pendientes con Portugal, en lo referente al traslado de las “misiones” ordenado, e interrumpido por la sublevación, los comisarios nombrados por España y Portugal se reunieron en la Junta de Yacuy,  pero no llegaron a un acuerdo sobre los puntos en discusión.

11/03/1778
Como patético colofón de esta historia, recordemos que finalmente, las misiones jesuíticas no pasaron a manos de Portugal,  ni Colonia del Sacramento a las de  España, ya que poco después, en 1761, en plena “Guerra de los Siete Años”, el rey CARLOS III de España, logró que se revocara el “Tratado de Madrid”, firmando el 11 de marzo de 1778, un nuevo tratado, el “Tratado del Pardo”, que dejaba sin efecto lo dispuesto por aquél. Cobra entonces nueva fuerza, la teoría que asegura que esta “guerra” fue la excusa final para justificar la expulsión de los Jesuitas de América.

(1). En la llamada «Guerra de los siete años», tomaron parte, por un lado, el reino de Prusia, el Electorado de Hannover y el reino de Gran Bretaña junto a sus colonias en América y luego con su aliado el reino e Portugal. Mientras que por el otro se alinearon  el Electorado de Sajonia, el Archiducado de Austria, el reino de Francia, el Imperio Ruso, Suecia-Finlandia y a partir de 1761 el reino Español, aunque la verdadera disputa se estaba dirimiendo entre Francia e Inglaterra  por las posesiones en América.

 

3 Comentarios

  1. Anónimo

    caxzzx

    Responder
  2. Diego luis

    Soy español de nacimiento, pero no me siento orgulloso, de lo que hicieron nuestros antepasados,los imperios se crean con la conquista de territorios, donde vivía gente libre,o con otra forma de vivir,a los que se mascara, somete o esclaviza,quien realmente son los salvajes los nativos del mundo, o los consideradas culturas civilizadas, Roma España, Inglaterra Francia,etc, todos aquellos formaron un impera a costa del sufrimientos de muchos
    Prefiero ser ciudadano del
    mundo que dictador de un imperio

    Responder
    1. Anónimo

      no tendrias que comparrarte son personas muy distintas entre el pasado y ahora lo unico que haces es buscar las muy escasas similaridades entre ello y vos. no sos responsable de nada que hicieron sos tu propia persona

      Responder

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *