INGLATERRA SIGUE SOÑANDO CON LAS RIQUEZAS DEL RÍO DE LA PLATA (1826)

En 1826, Inglaterra, como siempre lo venía haciendo, sigue ambicionando apoderarse de los tesoros que sabe, guardan las posesiones españolas en el Río de la Plata (ver Inglaterra a la conquista del Plata).

«Buenos Aires es el sitio más despreciable que jamás vi, estoy cierto que me colgaría de un árbol si esta tierra miserable tuviera árboles apropiados».

 Así escribía, en 1826, tres meses después de su llegada a estas tierras, John Ponsonby, barón de Imokilly, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Gran Bretaña ante las Provincias Unidas. Y agregaba en otra carta:

«Nunca vieron mis ojos país más odioso que Buenos Aires. realmente tiemblo cuando pienso que debo pasar algún tiempo aquí; en esta tierra de polvo y pútridas osamentas. Sin caminos, sin casas confortables, sin libros, sin teatro digno de tal nombre».

» Nada bueno, no siendo carne. Clima detestable, nunca falta polvo o barro con temperaturas que saltan en un día 20º. Además, la jactancia republicana en todo su vigor, intolerable sitio».

Woodbine Parish, afectado por la designación de Ponsonby, había escrito que «un high aristócrata está poco calificado para tratar a los bajísimos demócratas con quienes debemos alternar aquí».

Para calmarlo, se le explicó que no estaba en juicio ´su eficacia y que Ponsonby, pese a sus sesenta años, era un dandy desdeñoso y galante que había atraído el interés de lady Coningham, amante del rey Jorge IV y que para alejarlo de Londres, se le había buscado un empleo lo más lejos posible y que el lugar elegido había sido Buenos Aires.

Un documento de lady Salisbury fechado años más tarde, en 1838, afirma que Wellington creía que los celos de Jorge IV impulsaron al rey a pedir al ministro Canning, el alejamiento de su rival y que la necesidad de designarlo ministro extraordinario influyó en el reconocimiento por los ingleses de los Estados hispanoamericanos.

Ponsonby fue recibido por Rivadavia el 19 de setiembre de 1826, con guardia de honor y salvas de artillería. Un mes después escribía sobre Rivadavia: «El presidente me hizo recordar a Sancho Panza por su aspecto, pero no es ni la mitad de prudente que nuestro amigo Sancho. Como político carece de muchas de las cualidades necesarias». Estimó, sin embargo, que Rivadavia era «autor de muchas, beneficiosas y buenas leyes».

Objetivos británicos en el Plata
Aun opinando que la dirección política argentina era mala y la táctica que seguía en la guerra no le permitiría salir de un estancamiento bélico; a pesar del desprecio que le inspiraban los gobernantes, los habitantes y el mismo país, Ponsonby no descuidó los objetivos de su misión, ni la defensa de los intereses británicos en el Plata.

Al igual que Parish, abrigaba el mayor entusiasmo por las posibilidades comerciales del país y abogaba por una garantía británica en pro de la libre navegación.

El 20 de octubre de 1826, escribía a Canning: «El colono encuentra aquí abundancia de caballos y ganado, una tierra rica y una fácil y constante comunicación con Inglaterra. Aquí la religión no solo se tolera sino que se respeta; las personas extranjeras y sus propiedades están tan bien protegidas, como las personas y la propiedad de los naturales del país y mediante la industria y la destreza puede acumularse con rapidez una considerable fortuna».

Creyendo posible que el Río de la Plata se poblara con activos británicos, que harían fortuna y crearían una fuerte demanda «que solo puede ser satisfecha y atendida con productos ingleses, decía Ponsonby, que concluía afirmando que en que «todas las ventajas ya existentes o las que cabe esperar para el futuro, dependen de la seguridad que la navegación del Plata sea libre».

Esta última condición enunciada por Ponsonby,  sería uno de los principales objetivos de Gran Bretaña en su política futura en la zona del Plata. En la convención preliminar de paz firmada por García en Río de Janeiro, se impuso el criterio sostenido por Ponsonby al respecto, y en una de las cláusulas establecía la garantía británica de la libre navegación del Plata.

Pero el tratado fue denunciado por el gobierno y sólo al firmarse la paz definitiva con el Brasil, en 1828, vuelve a plantearse la posibilidad de reabrir la navegación de los ríos de la cuenca del Plata, aunque se alcance se limita exclusivamente al Brasil.

Será esta, la primera vez que se permitiría a buques extranjeros surcar el Paraná y el Uruguay. No se halló, sin embargo, en ese entonces, la fórmula definitiva a que laude la cláusula, y esta fue letra muerta hasta 1852 (ver Los Estados Unidos y el comercio inglés en el Río de la Plata).

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *