HOMBRES NOTABLES EN BUENOS AIRES COLONIAL (1810/1829)

Hasta 1810 los residentes extranjeros de nota, u “hombres notables” en el Buenos Aires colonial, eran muy pocos. Los señores  ORR, WRIGHT, GOWLAND, O’GORMAN, BARTON (Diego y Tomás), LINCH, FRENCH, ATKINS, ROBERTSON , BILLINGHURST y algunos otros pocos más, eran los apellidos que se mezclaban con los españoles y criollos en la gran aldea.

Los ingleses, cuyo número era mayor que el de los demás países, dejando de lado esa reserva y circunspección que les es característica, abandonaban su peculiar costumbre de reunirse solamente con sus compatriotas y se mezclaban con los demás ciudadanos y estrechaban vínculos amistosos y hasta comerciales con los españoles y criollos.

Pero jamás con quienes consideraban de la “clase baja”, quienes en reciprocidad, les mostraban desconfianza, catalogándolos de “gringos” a todos por igual. Las señoras extranjeras, particularmente las inglesas, sufrían cuando debían salir a la calle.

Las bromas y pullas de los muchachos, a quienes les sorprendía mucho la gorra o el sombrero que ellas usaban las seguían en su recorrido, sin que nadie pusiera en vereda a estos insolentes y solamente cuando eran acompañadas por un hombre se sentían seguras.

En 1812 había llegado a estas costas un marino irlandés con la idea de dedicarse al comercio pero que prefirió incorporarse al Regimiento de Granaderos a Caballo del general SAN MARTÍN y después cruzó los Andes con éste. Se llamaba JOHN THOMOND O’’BRIEN y después de participar en diversas acciones que se libraron durante la Guerra de la Independencia, intervino en diversos conflictos que se desarrollaron en varios países de América del sur.

En 1820 retornó a Buenos Aires y a fines de ese año volvió a Europa con la intención de reclutar 250 agricultores irlandeses para radicarlos en Buenos Aires, pero no tuvo éxito en su proyecto (Otras versiones lo señalan como un auxiliar militar enviado por el ejército inglés para controlar las acciones de JOSÉ DE SAN MARTÍN y CARLOS MARÍA DE ALVEAR, a quienes se consideraban potenciales enemigos de sus intereses)

Allá por el año 1816 llegaron de regreso a Buenos Aires los hermanos ROBERTSON, después de haber permanecido algunos años en Corrientes y Paraguay. Ellos fueron los autores de la famosa “Cartas desde Sudamérica”, con interesantes comentarios acerca de estas tierras, su gente y sus costumbres.

El mayor de los ROBERTSON regresó a Europa en 1830 y en 1834 lo siguió su hermano. Por esa misma época, ya vivían  aquí JOHN APPLEYARD, JOHN BAILEY, C. S. HARVEY, THOMAS EASTMAN, THOMAS FAIR, THOMAS NELSON, JOHN LUDLAM, JAMES G. HELSBY, HENRY HESSE, R. B. NIBLETT, DANIEL MACKINLAY, THOMAS BARTON, GEORGE MACFARLANE, STEPHEN PUDDICOMB, ROBERT UTTING, PETER SHERIDAN, GUILLERMO Y ROBERTO ORR, SANTIAGO WILDE, los DICKSON, BRITTAIN, CARTWRIGHT, STAPLES, SUTWARD, MACNEILLE, MACDOUGALL, , MAC CRAKEN, NEWTON, HIGGIMBOTHOM, DIXON, los hermanos GOWLAND, y algunos de ellos (como ROBERTO BILLINGHURST, DIEGO WINTON, SANTIAGO WILDE y DIEGO PAROISSIEN, entre otros obtuvieron su Carta de Ciudadanía).

Y las empresas instaladas eran la Green and Hodgson Co., la Jump and Priestley Co., la Stewart and M‘ Call Co., la John M’ Dougall & Co, John Harratt & Co., M‘Crackan and Jamieson Co., Dickson, Montgomery, & Co. Miller, Eyes, and Co., Miller, Robinson, & Co., Winter, Britain, & Co., Plowes, Noble, & Co., Duguid and M‘Kerrell., Bertram, Armstrong, & Co., Heyworth and Carlisle Co., William P. Robertson & Co., Anderson, Weir, & Co., Tayleure, Cartwright, & Co., William Hardesty & Co., Joseph and Joshua Thwaites Co., John Gibson & Co. y Hugh Dallas & Co.

En 1823, según se lee en “The Englis in South América”, una obra de los señores MULHALL editada en aquella época, había en Buenos Aires, 3.500 ingleses y 40 casas de comercio establecidas, mientras que se calculaba que el total de habitantes en la provincia de Buenos Aires, era de 200.000 persona.

La presencia de una colectividad inglesa, notoriamente más numerosa que de las de otras naciones, le significó algunas prerrogativas y “ventajas”, que no siempre fueron aceptadas por las demás colectividades. Un trato preferencial en cuanto al manejo de su correspondencia, la libre (aunque no autorizada) circulación de su moneda, la disponibilidad de un Cementerio con Capilla propios (1821), la construcción de un Templo protestante que se instaló en 1824, fueron algunos de estos “beneficios” que disfrutaron los ingleses por el solo mérito de ser muchos los que decidieron unir sus destinos al de esta joven y aún no formalizada nación.

Por otra parte, la presencia de esta numerosas colectividad trajo “la moda” de estudiar el idioma inglés, ya que como casi todos sus integrantes se dedicaban al comercio, muchos jóvenes comenzaron a estudiar inglés para mejorar sus posiblidades de participar en sus negocios o para obtener trabajo en sus empresas.

No fue el caso de MANUEL BELGRANO que había aprendido ese idioma mientras estuvo en Inglaterra, ni de MIGUEL JOSÉ SABELIO DE RIGLOS LASALA que se educó en Gran Bretaña, ni de MANUEL DE SARRATEA cuyos cargos diplomáticos en Rio de Janeiro, Madrid y Londres le permitieron aprender ese idioma

Aunque no inglesas, también habitaron Buenos Aires en aquella época, algunas distinguidas familias de extranjeros que se mimetizaron con nuestra sociedad y muchos de estos ciudadanos participaron activamente en la creación y posterior desarrollo de nuestro país: el señor BONPLAND, célebre explorador y naturalista francés; el señor BRODART, militar francés condecorado con el cintillo de la “Legión de Honor”, de finos y elegantes modales que supo introducir en la sociedad porteña los modales y ritos de la elegancia y las buenas maneras; el señor ZIMMERMAN y su esposa, ambos alemanes, el ingeniero saboyano CARLOS PELLEGRINI, famoso retratista que fue además el padre del Presidente argentino que llevaba su mismo nombre y apellido.

Alrededor de 1820, otro inglés llegó a Buenos Aires y este tampoco vino con ánimo de invadirnos. Traía consigo una enorme capacidad de trabajo y una firme decisión de dedicarse a la explotación integral de los ovinos, actividad para que estaba en la que tenía ya mucha experiencia..

Se llamaba WILFREDO LATHAM  y se instaló en tierras del actual partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires. Allí fundó un establecimiento que llamó “Los Álamos” y adquirió un plantel de “negretes” a don SAMUEL BENAVENTE un afamado criador de ovejas que fue pilar fundacional de esta actividad en la provincia de Buenos Aires. Don WILFREDO volcó sus experiencias, consejos e ideas en numerosas notas que publicó en diversos periódicos de la época y dejó una obra que las resume, llamada “The States of the River Plate”.

Llegado el año 1821, la población de extranjeros franceses comenzó a aumentar notablemente y quizás ya eran tantos como los ingleses, mientras que seguían siendo núcleos muy pequeños los integrados por alemanes, brasileños e italianos y en menor medida por los norteamericanos, quienes durante muchos años, quizás hasta mediados del siglo XIX,  tuvieron solamente tres comercios  funcionando en Buenos Aires. Fueron ellos: “Zimmerman y Cía., “Suward y Cía. y M’Calli Ford Co.

Contemporáneamente con los nombrados hasta aquí, vivió en Buenos Aires, el arquitecto SANTIAGO BEVANS. Un inglés que llegó en 1822 invitado por BERNARDINO RIVADAVIA para que se desempeñara como Ingeniero Hidráulico y cuya obra, no siempre fue coronada por el éxito, pero que sí marcó el inicio de la ingeniería pública en esta nueva Nación.

Fue además el abuelo de CARLOS PELLEGRINI, quien años más tarde fue Presidente de la República. En mayo de 1824, como parte de los festejos que se realizaron en Buenos Aires para conmemorar un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo de 1810, el Ingeniero BEVANS instaló un sencillo gasómetro en la casa de la familia AZCUÉNAGA,a pocos metros de la Curia y  logró alumbrar con 350 luces, la Plaza de la Victoria, la Casa de Policía, dos fuentes de agua y formar con caños de fusiles la frase VIVA LA PATRIA, siendo ésta , la primera vez que Buenos Aires era iluminada con artefactos a gas.

Algo más tarde, a fines de 1822, llegó a Buenos Aires don PRÓSPERO ALEJO RIBES un ciudadano francés, nacido en La Rochelle, que hablaba su idioma natal y el inglés a la perfección, tocaba el violín con una maestría tal, que nunca había sido oída en estas tierras.

De carácter franco y original, su educación y su talento le permitieron introducirse en los mejor de la sociedad porteña. Empezó a ar clases particulares e música y de los idiomas que dominaba en las casas de las familias más encumbradas y en 1824 instaló en el edificio del “Consulado”, donde actualmente está ubicado el Banco de la Provincia de Buenos Aires, una Escuela donde se aplicaba el método “Lancaster” para la enseñnza de los idiomas francés e inglés.

Pero el carácter voluble e inquieto del señor RIBES, pronto lo hizo tomar nuevos caminos. En los primeros meses del 1827, cuando las naves del imperio de Brasil bloqueaban el puerto de Buenos Aires, un buque cargado de comestibles y bebidas naufragó cerca de las costas próximas a la localidad de Tuyú (hoy provincia de Buenos Aires) y el señor RIBES logró que los dueños de ese cargamento lo encargaran de su salvataje y recuperación.

Llegado al lugar, se encontró con que estos despojos ya estaban siendo retirados por gran cantidad de hombres que habitando en el lugar, repitiendo costumbres que venían desde el pasado, se apoderaban de esa mercancía, creyendo que lo hacían con todo derecho. La personalidad de RIBES y su llegada intempestiva y agresiva, desencadenó en una discusión, donde nadie quiso entender razones del otro y monsier RIBES fue asesinado en ese mismo lugar.

En 1823 llegaron a Buenos Aires los primeros médicos y farmacéuticos ingleses. Fueron entre los primeros, los doctores JAMES LEPER, quien llegó a ser médico personal de JUAN MANUEL DE ROSAS y J.OUGHAN, un acreditado médico irlandés que desgraciadamente terminó su vida internado en un manicomio, donde falleció. A estos los siguieron tempo después, el doctor ANDRÉS DICK, y el doctor BOND que se emparentó con la familia de ROSAS, mientras que JENKINSON y WHITFIELD fueron los farmacéuticos.

La llegada en 1825 del doctor ALEJANDRO BROWN, nativo de Escocia, significó para los porteños la llegada un gran alivio para sus dolores y males de la salud. Fue éste un profesional de excepcionales condiciones como ser humano, que durante 40 años sirvió desinteresadamente a la comunidad que lo había acogido.

Fue el médico de cabecera de numerosas familias que sabía escuchar a sus pacientes, poniendo a su servicio lo que se llamaba “su ojo clínico”, aptitud que le permitía detectar rápidamente el origen y probable desarrollo de la enfermedad que se le exponía, sin caer en el engaño acerca de la gravedad de aquellos casos que no tenían cura.

Ya en la época de BERNARDINO RIVADAVIA, el número de extranjeros  que vivían en Buenos Aires aumentó. De aquella época era el señor DE ANGELIS, un napolitano (dicen que extremadamente feo), que había sido preceptor de los hijos del Ministro Muriat y Carolina Bonaparte, cuando ellós fueron los reyes de las dos Sicilias y que se desempeñó como su enviado diplomático  ante la corte de los Zares de Rusia.

Fue el fundador del “Ateneo”, esa institución educativa donde tantos de los jóvenes argentinos se educaron y durante el gobierno de JUAN MANUEL DE ROSAS redactó el  “Archivo Americano”, una publicación que se editaba en inglés, francés y castellano para ser distribuída en el exterior como agente de promoción del gobierno de Rosas y que era muy poco leído en Buenos Aires. En 1836 publicó, esta vez si, un trabajo muy importante y consagratorio: “Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigüa y moderna de las Provincias del Río de la Plata”

La gran mayoría de los comercios establecidos en Buenos Aires, se dedicaban a la importación y exportación. Importaban productos manufacturados, maquinaria y equipos para la explotación minera, maquinaria agrícola, productos suntuarios, productos veterinarios y para la explotación agropecuaria, productos farmacéuticos, etc. y exportaban cueros de vaca, de caballo, de carnero y de nutria, cerda de potro y de vaca, sebo, lana, tasajo de carne (salada y seca) y plata en barra sellada.

La inmensa mayoría de los buques que entraban al puerto de Buenos Aires eran de bandera inglesa y en menor medida norteamericana, francesa, sueca, sardas, danesa y alemana y así fue hasta el año 1824, cuando las naves norteamericanas superaron a las inglesas, quizás debido al boom que significó la importación de harina que se hizo por aquellos años.

Para atender tan exuberante y rendidor comercio, en 1811, los ingleses instalaron  en la actual calle 25 de Mayo, en la casa de una tal señor CLARK, una “Sala de Comercio” y en 1829, el señor LOVE, redactor del periódico “British Packet”  estableció el “Buenos Aires Commercial Rooms”, un centro de operaciones para manejar los negocios que los ingleses tenían en la colonia, al que también pudieron acceder algunos comerciantes criollos, cuyas actividades estaban vinculadas con ellos

Material extraído de “Cinco años de residencia en Buenos Aires”, de Goerge Thomas Love y viejas páginas de un libro, quizás escrito por descendientes de Santiago Wilde

2 Comentarios

  1. Benito Costantini

    Muy buen artículo ¿Me podrían pasar bibliografía para ampliar sobre este tema?

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    1. Horacio (Publicaciones Autor)

      Señor Constantini: Además de las referencias que hemos hecho acerca de las obras “Cinco años de residencia en Buenos Aires”, de Goerge Thomas Love y viejas páginas de un libro, quizás escrito por descendientes de Santiago Wilde, fueron muchos los recortes que hemos hallado en nuestra Hemeroteca y relatos que nos han ido dando los distintos datos que hemos incorporado a ese artículo. Nos resulta imposible recopilar todas esas fuentes, muchas ya inexistentes o destruídas por el paso del tiempo. Mis disculpas.

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