EL TELÉGRAFO LLEGA A BUENOS AIRES (11/04/1860)

En 1860, luego de varios intentos frustrados, por fín, el telégrafo llegó a Buenos Aires. Por aquellos años ya llamaba la atención en el Río de Plata, algunos de los portentos de la tecnología “de avanzada”, que más tarde llegarían a nuestro suelo y cuyos beneficios y utilidad gozamos hoy, como una prueba que los hombres de aquella época, ya pensaban en adelantos, aunque por circunstancias adversas, les resultaban irrealizables.

Propuestas fallidas
En 1815 el inglés residente en Buenos Aires, SANTIAGO SPENCER WILDE, propuso a la Junta de Observación, la instalación de telégrafos «del estilo de los inventados por HOME POPHAM para ser usados por la armada real de Gran Bretaña.

Se trataba de una variante del «Telégrafo óptico», que el físico francés CLAUDE CHAPPE, había inventado en 1794 y que según WILDE, permitiría unir «Buenos Aires con el Congreso de Tucumán y hasta con el Ejército de los Andes en campaña.

En la «Memoria», que presentara ante la Comisión de Hacienda, de la que él era vocal, incluía un informe proponiendo diversas mejoras y en el estimaba como muy necesario «…. establecer telégrafos desde la capital hasta todas las guardias fronterizas, Ensenada, etc., como también uno a bordo de dicho casco (se refería al pontón). Ratificaba así lo que expusiera en el plan de fácil y económica ejecución que había presentado unos años antes, «que seguramente está en esa Secretaría» declaraba.

«Por este medio, continúa diciendo, tendría el Gobierno noticias desde la frontera más distante, en pocos minutos y no sería tan factible, entonces, que invadiesen los bárbaros impunemente la provincia».

El mismo año de 1815, EDUARDO KAUNITZ, barón de Holmberg (que había llegado con San Martín en 1812), presentó al Cabildo de Buenos Aires, el «Plan de un telégrafo para la comunicación de los Pueblos interiores», proyecto mucho más prosaico que el de Wilde, que fue descartado por oneroso.

La iniciativa de WILDE no tuvo éxito y también fracasó, cuando mediante una nota que le enviara el 2 de setiembre de 1818 al entonces Ministro de Guerra, repitió su oferta afirmando que «… pudiera Buenos Aires decir, después de abrir una comunicación tan rápida con el lado occidental de los Andes ya no hay Cordillera”, ni en 1821, cuando volvió a insistir.

Si bien la iniciativa de WILDE no había prosperado en los niveles gubernamentales, en 1823, habiendo recrudecido la lucha contra los aborígenes, el proyecto fue reactivado, considerando que sería de mucha utilidad para conectar los fuertes y fortines establecidos en la frontera del sur de Buenos Aires.

Ese año, el diario «El Centinela», en uno de sus números, decía: «Las máquinas telegráficas establecidas entre el Almirantazgo de Londres y el Arsenal de Portsmouth, que dista 24 leguas, comunica un oficio corto y su respuesta, en un minuto de tiempo»

«¡Cuánto servicio hará el establecimiento de estas máquinas entre esta capital y sus fronteras y entre la rada exterior y la Ensenada!». Pero nuevamente, las dificultades económicas y políticas hicieron desistir a los interesados.

No se sabe si durante el período de los gobiernos de JUAN MANUEL DE ROSAS, hubo nuevos intentos vinculados con las telecomunicaciones, pero, cuando unas décadas más tarde resurja nuevamente la idea de instalar la telegrafía en Buenos Aires, las circunstancias serán distintas y por fín el 11 de abril de 1860, el Telégrafo llegó a Buenos Aires.

Una propuesta sospechosa
El 15 de septiembre de 1858, se recibió en Buenos Aires una propuesta de la “Sociedad Internacional de Telegrafía Eléctrica” para que el Estado de Buenos Aires permitiera el tendido en su territorio de una línea que “uniría entre sí a todas las Comarcas del Globo con una ramificación continua de líneas telegráficas».

El gobierno debía ceder sin cargo, “todos los terrenos que fueren necesarios para la instalación del sistema, debía donar 10 leguas cuadradas para su explotación agropecuaria, eximir del pago de derechos de Aduana, autorizar el talado de los árboles que fueren necesarios para hacer los postes para el tendido de las líneas, concesionar el uso de la línea por 99 años impidiendo el tendido de líneas paralelas a menos de 20 leguas, y garantizar una ganancia anual de 25.000 francos” (un 5% de la inversión necesaria para unir el Estado a la gigantesca red).

A cambio, la Sociedad construiría la línea asumiendo costos y riesgos, concedería al estado el 5% de las entradas brutas de la línea bonaerense y daría prioridad a los despachos oficiales. Se comprometía, finalmente, a iniciar los trabajos en un plazo de dos años de la firma del decreto y terminarlos en otros dos.

El Ministro de Relaciones Exteriores BARTOLOMÉ MITRE remitió la propuesta al Fiscal del Estado RUFINO DE ELIZALDE expresándole: «El Ministerio de Relaciones Exteriores: Pasa para su resolución una nota del Director General de la Sociedad Internacional de Telegrafía Eléctrica, en la que propone al Gobierno, le sea permitido atravesar el territorio del Estado por una línea telegráfica que, formando parte del cable de cinturón de las dos Américas, establezca la comunicación de Buenos Aires con la Europa, bajo las condiciones que enumera».

El 11 de octubre de 1858, ELIZALDE respondió que “tenía motivos para creer que en este asunto hay fraude, porque el encargado, D. N. Poucel, le ha dejado comprender que tiene autorización para gastar quinze mil francos en regalos; es por esta razón que debe tomarse toda clase de precaución con estas gentes, que tal vez harán creer que por medio del dinero consiguen lo que piden, desacreditando al país y a sus autoridades en el extranjero: y tal vez tomándose para si las sumas que se suponen entregados a los empleados públicos. El Fiscal cree que V. E. por este motivo no debe dar curso á este asunto».

Seguidamente recomendaba que, si MITRE “deseaba aceptar la propuesta, cambiara sus condiciones: la concesión podía ser a perpetuidad, pero sin el privilegio de excluir nuevos tendidos, al menos después de finalizar la obra y no había razón para conceder las 10 leguas cuadradas exigidas, ni la garantía sobre las ganancias, así como tampoco aceptar el 5% de las utilidades brutas”.

El 21 de octubre el Asesor de Gobierno CARLOS TEJEDOR, aconsejó también su rechazo porque «Si hemos de atender a la noticia impresa que acompaña las proposiciones, se trata de un proyecto que necesita el concurso de las principales Naciones, y que ninguna en nuestro conocimiento ha prohijado. Su fin era comunicar los dos Mundos por la vía terrestre de la Siberia, en lugar del cable submarino al través del Océano Atlántico, empresa dudosa cuando ese proyecto se imaginaba, pero que hoy es una nueva conquista de la Humanidad. La exageración de las proposiciones además, no permite ningún examen serio» (ver Primer cable telefónic subfluvial Buenos Aires-Montevideo)

En setiembre de 1858 se instala el primer telégrafo eléctrico particular entre El Parque y Floresta, cabeceras del Ferrocarril del Oeste, cuyo viaje inaugural se había realizado el 30 de agosto de ese año.

Al año siguiente, El diario “El Nacional”, por su parte, en sus ediciones del 22 de enero y el 22 de marzo de 1859, informó acerca de un proyecto para tender en un lapso de cuatro años un cable submarino que uniría las costas de Génova, en Italia, con las costas de Buenos Aires”, proyecto que jamás se concretó.

Por fin llega el Telégrafo
Finalmente, el 11 de abril de 1860, al inaugurarse el tramo «Merlo-Moreno» del Ferrocarril del Oeste, comenzó a funcionar la primera línea telegráfica de la Argentina, que tendida paralelamente a esas vías, fue construida por la empresa alemana “Siemens & Halske”, contratada al efecto por el gobierno de la provincia de Buenos Aires.

 

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