EL SUICIDIO DE LEANDRO ALEM (01/07/1896)

El 1º de julio de 1896, el país fue dolorosamente sorprendido por la noticia de la muerte trágica del doctor Leandro Alem,

Ese día, el indiscutido líder radical se quitó la vida. Antes de suicidarse, había salido de su domicilio ordenando al cochero que lo condujese en el «coupé» al Club del Progreso y en el trayecto se disparó un tiro.

Cuando el coche llegó, con Alem ya muerto en su interior, fue descendido del mismo y colocaron luego su cadáver en un salón del Club. Casi inmediatamente llegó el presidente ROQUE SÁENZ PEÑA, que había abandonado apresuradamente su casa al llamársele con urgencia.

Fue él quien revisó los bolsillos de la ropa del suicida, encontrando un billete en el cual había escrito: «He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido es preferible morir. Sí, que se rompa pero que no se doble. Entrego decorosa y dignamente lo que me queda, mi última sangre, el resto de mi vida. Entrego, pues, mi labor y mi memoria al juicio del pueblo, por cuya noble causa he luchado constantemente». Perdónenme el mal rato!… ¡ Perdónenme, pero he querido que mi cadáver caiga en manos amigas y no en manos extrañas”.

Y así había sido, en efecto. Nacido en Buenos Aires el 11 de marzo de 1842, su vida fue un ejemplo de lo que pueden el espíritu y las fuerzas morales luchando contra la adversidad.

RICARDO ROJAS, en su obra “la Historia de la Literatura Argentina”, al incluirlo entre los tribunos populares nos dice: «Hombre con alma de poeta y voluntad de soldado, caudillo romántico y trágico, tribuno a secas, el abogado, el periodista, el legislador, fueron en su destino fuerzas accesorias puestas al servicio de su pasión militante, creadora en actos colectivos.

Con motivo de este trágico suceso, el diario La Prensa se refirió en un Editorial a la impresión causada por la imprevista decisión de Leandro Alem, inesperada y trágica, en momentos en que procuraba la reorganización del Partido Radical, rodeado del afecto general y del cariño de su hermana y de su hijo, que constituían su hogar modesto.

Después de otras consideraciones, la nota periodística concluía afirmando que el ilustre suicida había sido el único argentino que en esa época había poseído el privilegio de levantar un partido político orgánico, difundido en toda la República, y dándole un nombre impersonal, y que fue quien lo había denominado Radical (ver Alem, Leandro).

 

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