EL RÉGIMEN COMUNITARIO EN LAS MISIONES JESUÍTICAS (1755)

“.. .Ni basta el hacerle coger al indio toda su cosecha. Lo que más cogerá un indio ordinario es tres o cuatro fanegas de maíz. Bien pudiera coger veinte si quisiera. Si ésto lo tiene en su casa, desperdicia mucho y lo gasta luego, ya comiendo sin regla, va dándolo de balde, ya vendiéndolo por una bagatela, lo que vale diez por lo que vale uno. Por esto se le obliga a traerlo a los graneros comunes, cada saco con su nombre: y se le deja uno solo en su casa, y se le va dando conforme se le va acabando. Toda esta diligencia es necesaria para su desidia”..

Para remediar tan grande desidia, están entabladas sementeras comunes de maíz, legumbres v algodón y estancias de ganado mayor y menor. A las sementeras van en los seis meses de su tiempo los lunes y sábados, excepto los tejedores, herreros y demás oficiales mecánicos, que no van a las faenas de comunidad en todo el año  y se remudan para la labor de sus tierras, una semana a ella, otra a su oficio. Todos sus oficios los ejercen, no afuera, sino en sus casas, que nada harían de provecho, sino en los patios que para ello hay en casa de los Padres; y es tanta su sinceridad, que todos estos oficios los hacen sin paga, aunque de los bienes comunes se remunera más a estos por trabajar más, que a los demás.

Los visita el Padre con frecuencia para que hagan bien su oficio. Pónese en cada oficio el que al Cura le parece más a propósito para él y no repugnan a ello pues, hasta muchos lo pretenden, porque, como ya se dijo, se tiene por nobleza el tener algún oficio. Sólo el ser tamborilero o flautero no se dan. Se mete a ello el que tiene afición y hay pueblos que tienen diez, doce o veinte indios musiqueros.-

Estos bienes comunes que hemos dicho, sirven para dar que sembrar al que no tiene, por habérselo comido en demasía o perdido, para el sustento de la casa de las recogidas, para avío y provisión de los viajes en pro del pueblo, para dar de comer a los muchachos y muchachas cuando van a las sementeras comunes, u otras faenas; para agasajar a los caminantes y a los huéspedes, que a todos, sea español, mulatos, mestizo, negro o indio, esclavo o libre, se les hospeda y da de comer y aún se los pasa en embarcaciones por los ríos grandes que no tienen puente.

Los algodonales comunes sirven para vestir a todos los muchachos de uno u otro sexo, que si el Padre no los viste, los más, andarían del todo desnudos por la incuria de sus padres naturales. Y son tantos en pueblos tan numerosos, que cuidando yo del pueblo e Yapeyú, que es el mayor, el año de 55, serían trs mil. El pueblo tenía entonces mil seiscientos y tantas familias. Dase también el lienzo que del algodón se hace, a los que van a hacer yerba del Paraguay, a las viudas y recogidas, viejos e impedidos y por premio en las fiestas y funciones militares y políticas,  a los que mejor se portan. Y se guarda una gruesa porción para enviar a vender a Buenos Aires y a Santa Fe del Paraná y comprar con ello lo necesario de fierro, paños, herramientas, etc. Para el pueblo y sedas y adornos para las iglesias. Hácese lienzo blanco de varias calidades: delgado, grueso, de cordoncillo, torcido y de varios colores listados.

Los otros bienes comunes y más principales son el ganado mayor y el menor. Los indios no tienen en particular, vacas, ni bueyes, ni caballos, ni ovejas ni mulas: sino gallinas, porque no son capaces de más. Hemos hecho en todos tiempos muchas pruebas para ver si les podemos hacer tener y guardar algo de ganado mayor y menor y alguna cabalgadura v no lo hemos podido conseguir. En teniendo un caballo, luego lo llena de mataduras: no le da de comer ni aun le deja ir a buscar y luego se le muere. El burro es más propio para su genio; pero lo suele tener tres y cuatro días atado al pilar del corredor de su casa, sin comer ni beber, sin echarlo al campo, por no tener el trabajo de ir a cogerlo allá. I.es damos un par de vacas lecheras para que las ordeñen y tengan leche y por el corto trabajo de ordeñarlas, no las ordeñan o matan las terneras y se las comen. Lo mismo sucede con los bueyes, que los pierden o matan o comen. Sólo en tal cual de los más principales y capaces, podemos lograr que tengan alguna mula o bueyes y que los conserven. Todo esto está de común. Además de los bienes comunes de vacas, algodón, etc., hay otro muy particular y cuantioso que es el de la yerba del Paraguay, que comúnmente llaman yerba”, sin más ádito…

Siémbrase también en todos los pueblos, tabaco para el común. De éste, algunos pueblos envían también a las ciudades, que allí se usa mucho para fumar y mascar. Es muy común en estos dos usos, entre la gente baja y no pocos de distinción. Los indios no usan sino para mascar, que dicen les da así mucha fortaleza para el trabajo, especialmente en tiempo de frío. No se usa en polvo por las prohibiciones reales. El de polvo viene de España y vale, lo más barato, a cuatro pesos la libra…

De todos los bienes de comunidad dichos, sólo salen de los pueblos el lienzo y algo de hilo para pabilos, la yerba y el tabaco, dejando lo necesario para el consumo de los vecinos. Los demás bienes quedan para el gasto, y para contratar unos con otros: porque en unos, abunda el algodón, en otros escasea, de manera que con dificultad se coge lo necesario para el pueblo: y lo mismo sucede con el maíz y legumbres y con los ganados: y acuden, a tiempo, varias plagas de gusano, langosta, etc., en algunas partes, dejando otras; por lo que hay mucha comunicación de unos con otros en compras y ventas. No corre dinero en esto. Todo se hace por trueques…

Los indios no disponen las faenas, viajes por tierra y agua y demás menesteres del común ni su avío y matalotaje; que el indio no tiene talento para prevenir sustento más que para cuatro o seis días, aunque tenga con qué prevenirlo y aunque sepa que el viaje ha de durar meses enteros. No se da sueldo porque lo hacen para el común, tanto para ellos como para los demás y mientras éstos están en el viaje, los demás les están componiendo y haciendo su casa, labrando los maizales y demás sementeras comunes para ellos y para todos y haciendo todo lo demás que sirve para ellos y para los que quedan. Sólo en caso de ser mayor trabajo el de los viajantes que el de los que quedan en el pueblo, o de haber hecho su viaje con especial cuidado y utilidad, se les remunera a la vuelta y el premio suele ser: rosarios, lienzo de listado (de que gustan mucho), cuchillos, espuelas, frenos, hachas y cuñas» (Ver Las misiones jesuíticas).

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