CONTROVERSIA SOBRE LA SEDE DE UNA UNIVERSIDAD (1768)

Se ha oído en esta Ciudad de Córdoba que la de Buenos Ayres pretende para sí la Universidad que aquí teníamos (ver Universidad de Córdoba). Esto, Señor, lo pretenderá Buenos Ayres fundada en su gran poder, en su opulencia, en lo magnífico de sus edificios y en lo lucido y numeroso de sus moradores. Pero si Buenos Ayres es sin disputa ciudad de tanta ostentación,  que si estuviese en Europa, pudiera repetir para corte, ¿porqué envidia a la pequeñuela y desmedrada Córdoba la gloria de tener en si una Universidad pública? Ciertamente que en esta pretensión se muestra Buenos Ayres demasiadamente avara y ambiciosa, pues, sobrándole mucho lustre, nos quiere quitar la única luz que ennoblece a nuestra Patria.

Señor, el Soberano Autor de lo creado, no dio tanto a una provincia que no la dejase en precisión de mendigar algo a otra. Buenos Ayres tiene tanto y Córdoba tan poco, que cuando ésta necesita se lo pide a aquélla. Sólo puede pedir Buenos Ayres a Córdoba los grados de sus hijos. Y ¿es posible que siendo Vuestra Magestad tan amoroso padre de Buenos Ayres como de Córdoba, y habiendo dado a aquélla tanto, quite a ésta lo único que tiene?. Ni lo creo así ni lo temo. Espero, sí, que vuestra  Magestad conservará en Córdoba la preeminencia de que aquí se conserva la Universidad antigua con mismos fueros, exenciones y privilegios que ha nido.

Si se mirasen en un mapa topográfico Buenos Aires y Córdoba, luego se había de sentenciar el pleito a mi favor. En Buenos Ayres, la magnificencia y ostentación de sus edificios, la igualdad y hermosura de sus calles, la concurrencia de gentes extraordinarias y la hermosa variedad de infinitos objetos,  distrae los sentidos, los divierte, y deja menos hábil al entendimiento para emplearse en aquellas especulaciones, ya filosóficas, ya teológicas, que piden estar lejos del bullicio, en soledad, quietud y abstracción. Pero en Córdoba Señor, nada hay  que pueda divertir el ánimo. No hay objetos capaces embelesar el sentido, y embarazar el entendimiento para filosofar y discurrir, de modo que en Córdoba,  nada hay que pueda debilitar el nervio y vigor del discurso: en Buenos Ayres,  mucho y muy mucho” (Carta que el Obispo de Tucumán, Manuel Llana le enviara en 1768 al  rey de España, citada por Manuel Lizondo Borda en su libro “Historia de Tucumán”, editada en Tucumán en 1941)

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