CON EL MAYOR DESCARO Y PRUDENCIA, ME HUYÓ (05/02/1826)

El almirante GUILLERMO BROWN, informa, con sorna, al gobierno de Buenos Aires, haber logrado una victoria sobre las fuerzas navales brasileñas, sin haber disparado un solo cañonazo.

Estando en desarrollo la guerra con Brasil, una escuadra brasileña, compuesta de 17 buques, tenía bloqueado el puerto de Buenos Aires desde el 22 de diciembre de 1825.

El almirante GUILLERMO BROWN, que con más entusiasmo que medios, había organizado una incipiente y precaria “armada nacional”, quiso repetir la exitosa experiencia llevada a cabo el 15 de enero de 1826, cuando Brasil había iniciado el bloqueo de Buenos Aires, en un alarde de coraje, se paseó con su flotilla, “frente a las narices” de los brasileños que no atinaron a responder a tamaño desparpajo.

Antes de intentar  emprender operaciones serias contra los imperialistas, quiso probar el espíritu de sus tripulaciones, de composición muy heterogénea y con escaso tiempo de instrucción. Para ello, se propuso caer de sorpresa sobre las naves enemigas, para obligarlas a combatir o a huir.

Al oscurecer del día 4 de febrero de 1826, abandonó sigilosamente su fondeadero y al día siguiente, al amanecer, estaba a dos millas de la escuadra enemiga. Su capitán, al avistar las naves de Brown, enarboló su pabellón, en un acto de arrogancia que fue contestado por el almirante argentino, dando al viento la enseña de la patria.

Pero la firmeza del enemigo no pasó más adelante. Sorprendido o intimidado, emprendió súbitamente la retirada, sin disparar un tiro, perseguido por las naves comandadas por Brown.

Pero a poco de iniciar esta persecución, Brown, que por el momento no tenía mayor interés en provocar un com­bate con los imperiales, volvió a su fondeadero, ya conseguido el propósito que tuvo al dejarlo, y que no era otro que tonificar a sus tripulaciones, llenándoles de confianza en sí mismas y de esa fuerza moral que le sería necesaria para enfrentar los tiempos que pronto llegarían.

BROWN, al dar cuenta de su expedición a su superior, el general JOSÉ MATÍAS ZAPIOLA, le dijo: «El enemigo, con el mayor descaro y prudencia, me huyó” (ver La guerra con Brasil).

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